T3C2: Fender, La Coladera.

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Hannibal y Fréddem discutían en pleno almuerzo.

—¿Por qué no me contaste de él? ¡Sí es una relación abierta! Pero se te olvida algo... ¡debemos estar de acuerdo los dos!
—¡Ya! Cálmate, Fréddem. De cualquier modo no logramos hacer nada.
—Pero te tocó los senos. ¡Sin mi permiso!
—¿No te dije que es un hombre cis/het?
—Oh, eso lo cambia todo.

Fréddem calló por un segundo y comenzó a reír.

—¡No me imagino la cara que puso cuando miró tu pene! ¡Jajajajaja!
—De hecho no lo vio. No se lo pude presentar.
—Sabes... ¡Ahora sí quiero que lo vea!

Hannibal miró de reojo el celular de su pareja, y alcanzó a detectar un mensaje que a la chica, ahora chico trans, no le causó nada de gracia.

—Veo que también me ocultas cosas.
—No lo creo.
—¡Yo sí!

Abiatti caminaba por las jardineras traseras del club. Regresaba de correr y realizar algo de calistenia, esto para tratar de volver a su condición física atlética en el caso de que acepten realizarle auditorías. En eso, se topó con Yolland, quien paseaba a Cookie, uno de los perros que su familia adoptó de parte de la magistrada Amañak. Abiatti lucía muy agotado, cubierto en sudor y con el cabello, aunque agarrado, lo tenía desaliñado y con frizz. La chica lo miraba atentamente y esto lo alcanzó a percibir el señor Pourway.

—Es la chica que vio que me oriné. Ojalá no se burle de mi, suficiente tuve con las insolentes mofas de mis primos. —pensó Abiatti.

Yolland comenzó a caminar hacia él, cosa que puso nervioso a Pourway. Temía tanto que la chica fuera a burlarse de él, que se fue caminando rápido y sin mirar atrás, huyendo como gato de un pepino. Yolland se detuvo a pensar un momento en lo que hacía, mientras Cookie olfateaba una luminaria.

—¡Cielos! Me gusta incomodar a los hombres grandes pero... Creo que ese tipo realmente me gusta.

Por si fuera poco, Abiatti, dirigiéndose ahora al OXXO de enfrente del club para hidratarse, volvió a toparse con la chica con la remera de la NASA y diadema de orejas de gato. Ante la evidente familiaridad que Pourway sentía, la encaró con cierta confusión.

—Es la segunda vez que te atraviesas. ¿A caso te conozco de algún lado? ¡Apártate!

La chica simplemente lo dejó pasar, pero ahora yacía pensante... ¿Realmente se habían conocido antes? Qué importa, Abiatti seguía con su andar lleno de dura penuria. Peor aún, el chiquillo que notó su accidente hace semanas ya, estaba jugando con sus amigos fuera de una casa particular, al avistar al peliverde no dudó en captar la atención de sus compinches.

—¡Líxim! —señaló el niño a Pourway, refiriéndose a uno de sus amigos—ese es el ñor que se alcanzó a mear en el OXXO.

Sólo se veía cómo Abiatti refunfuñaba colérico como poste de tetera al tope de agua. Ante la oleada de infortunios, no decidió comprar agua o suero, sino que compró un Dr. Pepper & Cream & Soda de 2 litros. Mientras caminaba, sorbía ansioso, el gas no podía salir de su interior y tenía ahora qué forzar los eructos. La gente lo miraba, era evidente su expresión de incomodidad. Hasta más que aquella accidental micción.

Glímarij, el peruano, llegó con Fender, a las instalaciones del OGT. El sr. Camotes se está desempeñando temporalmente como jefe de reclutamiento, por lo que es su deber introducirlo a una de las más exitosas (al menos no por el momento) empresas del país.

—Buenas, pe.
—Leí su correo, señor Rodríguez. Buen currículum como para ser peruano.
—¡Bah!
—En este momento contamos con vacantes en 16 áreas, pero le aplicaremos un exámen.
—Oe causa, pero e' que los exámenes son mi guillotina.
—Descuide, inca. No es aprobatoria, es para saber en qué área contratarte.
—Ah. Eso diga, pe.

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