Prólogo

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1971

Era un día soleado, aquel 11 de septiembre y Remus Lupin se sentía más que inseguro frente al Expreso de Hogwarts. Tenía una bufanda café mal acomodada en el cuello y el cabello perfectamente peinado hacia un lado. Con su baúl en mano se dedicó a subir al tren, temeroso de no encontrar un vagón vacío para poder sumergirse en su lectura, pero, para su fortuna, logró encontrar un asiento vacío en donde sentarse. Miró atento la ventana un buen rato sosteniendo fuertemente su libro, el ajetreo que había fuera lo distraía y los demás niños despidiéndose de sus padres le hacía querer que sus padres estuvieran ahí con él.

—¿Está libre? —dijo un niño de cabellos negros y revueltos que lo miraba desde la puerta.

Remus asintió con la cabeza rápidamente y movió las manos levemente nervioso desde su regazo. El niño pelinegro acomodó sus cosas y se sentó frente a él dedicándole una sonrisa genuina y amistosa. Los anteojos lo hacían lucir levemente mayor de lo que era, y su cabello parecía no querer acomodarse, aunque tampoco era como que el portador quisiera un peinado muy arreglado como el suyo.

—Soy James Potter.

—R-Remus Lupin.

—Un placer —le dijo James extendiendo su mano a manera de saludo, Remus la tomó temeroso, pero terminaron por estrechársela. —¿Es tu primer año?

Remus asintió.

—El mío también —siguió hablando el chico, — estoy muy feliz de estar aquí. Mis padres siempre hablan de este lugar y no puedo esperar para ver el campo de Quidditch, apuesto a que es impresionante. ¿Te gusta el Quidditch?

—La escoba y yo no nos llevamos muy bien —confesó apartando la mirada apenado — aunque mi madre era cazadora de su casa.

—Es increíble, deberías intentarlo —James se acomodó y recargó su espalda en el respaldo poniéndose cómodo en su asiento.

La puerta se abrió de nuevo y un chico mucho más alto entró mirando a ambos niños, para por fin detenerse en el pelinegro.

—Me dejaste con la loca pelirroja y su amigo Quejicus —lo recriminó cerrando la puerta a su espalda y acomodando su baúl junto a los del resto. —No puedo creer que lo hicieras.

James sonrió negando con la cabeza y miró de nuevo a Remus. El chico nuevo también lo volteó a ver, tenían los ojos grises y el cabello tan negro como la obsidiana le llegaba casi hasta lo hombros. Su camisa estaba mal fajada y no parecía molestarle que su pantalón estuviera a punto de rompérsele de las rodillas.

—Por favor, no digas que este es otro raro como los del vagón pasado —comentó el chico señalando a Remus.

—No, este definitivamente parece más agradable — le respondió James.

—En ese caso, soy Sirius. Sirius Black.

Como lo había hecho con James, Remus estrechó la mano que Sirius le ofrecía y lo vio sentarse junto a él, para luego colocar sus pies sobre el asiento junto a James.

—¿En qué casa quieres quedar Remus? —le preguntó James bastante serio y como si su próxima actitud dependiera de eso.

Remus estaba muy nervioso y no supo que responder, aunque claro no hubo necesidad porque Sirius lo interrumpió y señaló el libro que había entre sus manos.

—No nos vendría mal un Ravenclaw, necesitamos que nos ayude con las tareas.

— No le haga caso —dijo James — ¿En cuál quieres estar?

—No lo sé, supongo que cualquiera estaría bien. Aunque mi madre estuvo en Gryffindor y siempre dice maravillas de su casa.

James asintió y le dedicó a Remus una mirada orgullosa.

[En Edición]Los Merodeadores: EncuentrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora