Capítulo 7

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James Potter.

Vemos a Remus marcharse por la puerta con una expresión sombría y con la promesa de que no interviniéramos en sus transformaciones, lo que significa que no lo acompañaremos, pero como era de esperar ninguno de nosotros, y por nosotros quiero decir: Sirius, Peter y yo, mantuvimos esa promesa. Así que decidimos esperar a unos metros del Sauce boxeador, estamos a una distancia bastante considerable en donde el árbol asesino no puede tocarnos. Peter decidió llevar sus dulces para compartir durante la fría noche, pero al final es él el único que termina comiéndolos.

Escuchamos los gritos lejanos de Remus, que nos recorren la cabeza una y otra vez, queremos ir para asegurarnos que todo esté en orden, pero Sirius siempre nos detiene y evita que hagamos una estupidez, cosa que realmente me parece irónica siendo él el que hace más estupideces de los cuatro.

Pasamos la noche en silencio. Hace demasiado frío para cerrar los ojos y los sonidos que provienen del bosque detrás de nosotros son ligeramente aterradores, pero aun así Peter se las arregla para acurrucarse cerca de un árbol y quedarse dormido. Sirius ríe por debajo con la varita entre sus dedos.

—No sé cómo hace eso — señala al chico dormido. — Podríamos estar a merced de cualquier criatura y sólo a él se le ocurre quedarse dormido.

—Es Peter, siempre ha sido así — le contesto con voz ronca y volteo para mirar la entrada de la cueva. —¿Crees que esté bien?

—Sí. Los libros dicen que las trasformaciones son dolorosas, pero una vez que pasan deja de doler — entonces el árbol azota una de sus ramas frente a la cueva. Sirius se acerca lentamente y lo sigo. Hay un lobo que nos observa desde la cueva, con ojos amarillentos y un hocico alargado poseedor de grandes y filosos dientes. — ¿Crees que nos reconozca?

La voz de Sirius me parece distante y al mismo tiempo triste, como si le doliera ver a nuestro amigo en esa forma y no ser capaz de hacer nada. Una impotencia que también me invade a mí.

—No. Probablemente no lo haga — responde Peter, quien silenciosamente se ha despertado y nos ha seguido para ver a Remus.

—Hay que encontrar las hojas de mandrágora. Tenemos que comenzar antes de que acabe el ciclo escolar — digo apretándome el puente de la nariz y acomodándome los anteojos. — Además de que no tengo ni la menor idea de dónde vamos a sacar el maldito rocío.

—No puedo creer que no tengas imaginación, Potter. Hay todo un mundo a nuestras espaldas, claramente ahí lo vamos a encontrar, sólo hace falta que sea temporada de lluvias para ir por él.

—¿El bosque? ¿Quieres encontrar el rocío en el bosque? — pregunto incrédulo, podríamos ser los más valientes o los más estúpidos al querer entrar al bosque.

—No nos cuesta nada intentarlo.

—No, sólo nuestra vida — dice Peter asustado.

—Tranquilos, si no quieren ir, puedo ir yo sólo — argumenta Sirius moviendo la mano quitándole importancia.

—¿Por qué no le preguntas a Nora? Seguramente ella sabrá en dónde McGonagall conseguirá el de su poción — el comentario de Peter hace que Sirius baje la mirada y niegue con la cabeza.

Ya habían pasado varias semanas desde que la Ravenclaw había cortado lazos con nosotros, a Remus no parecía agradarle, así que su partida no lo había hecho más que feliz. A Peter y a mí nos caía bien, pero a Sirius parecía agradarle mucho más. Eran amigos, tenían una forma de comunicarse con su elaborado sarcasmo y sutil inteligencia que podría decirse llevaban conociéndose desde hace tiempo, pero ella se ha ido y Sirius cree que es su culpa.

[En Edición]Los Merodeadores: EncuentrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora