Capítulo 26

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Sirius Black

—Gracias mamá — respondo sujetando el libro que me habían tendido.

Siento un silencio incómodo y creo que he dicho algo indebido porque la mirada de los chicos y la profesora McGonagall es entre sorpresiva y confusa.

—¿Dije algo malo?

—Acabas de llamar a la profesora McGonagall "mamá" — explica Remus. —Dijiste: Gracias mamá.

—¿Qué? No, claro que no. Yo dije: gracias, profesora.

La profesora McGonagall se acerca y con un semblante serio me pregunta.

—¿Acaso me ve como una figura materna, señor Black?

—No — respondo apresurado. — Yo la veo como una figura molestona. Usted siempre me molesta. Eso de los regaños es fastidioso profesora.

—Oye — me golpea James con el periódico que trae en la mano. — Muestra más respeto a tu madre.

La risa de Peter y Remus es lo que escucho a mis espaldas.

—Señor Remus deje de reírse porque eso no lo eximirá de su castigo — la profesora me dedica una sonrisa discreta antes de voltearse con el resto. — Usted y el señor Black serán castigados.

—¿Sólo nosotros? ¿Y ellos qué? — pregunto señalando a un Peter y James sonrientes.

—No, señor Black, ellos no. Fue a ustedes dos a quienes vi cuando el pobre señor Filch tenía ese casco de armadura sobre la cabeza. Así que nos veremos después en su castigo.

McGonagall desaparece por el largo pasillo dejándonos solos. Ruego a Merlín que la profesora se olvide del castigo o que se apiade de nosotros para que no recibamos el recado que nos notificará de nuestro castigo, pero es imposible que a McGonagall se le olvide algo tan fácilmente y el recado llega a la hora de comer, en él nos solicita que asistamos a una de las aulas en el cuarto piso.

Remus y yo aparecemos a la hora marcada y al cruzar el marco de la puerta nos topamos con la sorpresa de que Nora y Mila también están aquí. Es un cuarto amplio y con una fila de cada lado de la pared con armaduras como las que están repartidas en el castillo.

—Ya que están todos presentes pueden comenzar la limpieza —ordena la profesora McGonagall que aparece en la puerta dándome un pequeño susto. — No usarán sus varitas. En la esquina del fondo están los utensilios que necesitarán. Volveré en tres horas y espero que pueda ver mi rostro reflejado en esas armaduras.

Cierra la puerta y nos deja solos, Mila va corriendo por los utensilios y hace repartición de las cubetas y los cepillos para limpiar. Nora sugiere que nos separemos en dos equipos para que dos personas se encarguen de una fila.

—Yo no quiero con Agapanto — dice Nora.

—Tengo nombre, ¿sabes? — contesta Mila enojada.

Remus y yo nos miramos y asentimos, mientras él toma a Mila del brazo y yo a Nora para evitar una posible discusión entre ambas chicas. Nora no objeta y viene conmigo sin rechistar.

Ella decide tomar la ceniza con la que puliremos las armaduras y yo me hago cargo del agua y el jabón para quitar la mugre sobre ellas.

—¿Vas a decirme lo que haces aquí? — le pregunto después de un rato.

—Estoy castigada, Black, pensé que era obvio.

Odio que haga eso. Sabe a lo que me refiero, pero la pregunta que le hice no es la correcta. No sé por qué le gusta hacer eso. Así que suspiro y aclaro las cosas.

[En Edición]Los Merodeadores: EncuentrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora