[En Edición]Los Merodeadores: Encuentros

Capítulo 30

James Potter

—Es ilegal lo que están haciendo, James, ¿es que no lo entiendes? Privar a la gente de su liberad sin razón aparente es un delito hasta para los muggles.

—No sabes si Graves está prisionera.

—No hemos sabido de ella desde hace semanas y no ha contestado ninguna carta.

—Posiblemente sólo los deteste a todos y no quiere volver a verlos — comenta Remus que ha salido del baño con sólo los pantalones de dormir y el cabello todavía húmedo. — Es Graves de quién estamos hablando. Tenemos que admitir que no sería una sorpresa que sólo se fuera sin decir palabra alguna.

Sus palabras hacen que Sirius baje la mirada y apriete los labios hasta formar una línea recta. Le duele que en algún escenario lo que diga Remus sea verdad. Que la chica de cabellos castaños lo deje atrás le duele.

Remus también lo nota y me mira un segundo para confirmar.

—Lo siento. No debí decir eso.

Nuestro amigo no responde y comienza a mover el anillo en su dedo medio, pensativo. Me sorprende lo mucho que se ha preocupado por Nora desde aquella pesadilla que tuvo compartida con Malfoy. A decir verdad, sí es un poco sospechoso todo lo que está pasando, pero Dumbledore no dejaría que nada les pasara a los alumnos.

Nos ha tomado a todos por sorpresa la excesiva preocupación que Sirius ha manifestado hacia la chica. Aunque nos ha tomado más por sorpresa como esto llegó a juntarlo más con Roxanne Malfoy.

—Además, no dejaría a sus amigos sólo porque sí — sigue Remus intentando hacerlo hablar. — Dejar a Roxanne y Regulus esa no creo que sea una opción para Graves.

—¿Desde cuándo sabes tanto sobre Nora? — pregunta Peter cubriéndose con las sábanas. — Creí que se detestaban mutuamente.

—Es intuición. No hay que ser un genio para saber que Regulus y Roxanne son muy cercanos a ella. Incluso Avery...

Sirius se pone de pie y toma la primera sudadera a su alcance para cubrirse el torso. Sin mencionar otra palabra sale de la habitación.

Remus suspira y aprieta el puente de su nariz.

—He metido la pata, ¿verdad?

—Iré yo, ustedes duerman — aviso tomando igualmente algo con que abrigarme y el mapa del Merodeador, aunque no lo necesito porque sé exactamente dónde estará.

Camino silenciosamente meditando las palabras adecuadas. Queda claro que no podemos mencionar nada relacionado con la posibilidad de que Nora esté perfectamente bien y lejos de aquí.

La torre de Astronomía está en silencio como era de esperar, y Sirius se ha sentado en el suelo con las piernas colgando, y los barandales sosteniendo su cuerpo para evitar que caiga. Me acerco lentamente hasta tomar asiento a su lado. Ninguno dice nada al principio. Lo que menos quiero es presionarlo para que hable, mas quiero que sepa que estoy aquí, aunque sea sólo para hacerle compañía.

Entiendo porque le gusta este lugar. El silencio podría encontrarlo en muchos lados, pero esta vista... Dudo que algo sea tan hermoso y simple al mismo tiempo. El Lago Negro se extiende a varios metros por debajo de nosotros, reflejando la gran luna que hay en el despejado cielo. Más al horizonte las montañas comienzan a alzarse cubriendo al mundo que hay detrás de ellas. Fácilmente puedo imaginarme al sol escondiéndose detrás.

Creo que pasan horas antes de que Sirius separe sus labios y deje escapar aquello que lo atormenta.

—Sólo quiero saber que está bien — su voz es casi un susurro que se mezcla con el frío aire de la noche.