Capítulo 48

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Mila Abbott.

Nos quedamos a dormir en el cuarto de Sirius, tiene algunas fotos en las paredes y estandartes de quidditch. La cama está pegada a la pared, tiene una estantería para sus libros, el armario y un escritorio en dónde Nora escribe con rapidez sobre el papel.

—¿Qué estás haciendo? — le pregunto desde la cama.

—Escribo una carta Abbott, ¿qué no es obvio?

—¿Para quién?

La chica desliza con rapidez la pluma hasta que firma al final y la mete dentro de un sobre.

—Para mis amigos. Se supone que tenía que llegar para la tarde de ayer con Roxanne, era algo importante — contesta.

No me da más detalles, pero si coge su capa y se pone los zapatos como si fuera a salir.

—¿Qué haces? — vuelvo a preguntar.

—¡Por Merlín, Abbott! ¿Qué no puedo hacer nada sin que me preguntes? Voy a salir, tengo que entregar esto.

Saco la varita e inmediatamente hago un Accio, la carta vuela entre el aire atravesando la distancia entre nosotras hasta que mis dedos son capaces de agarrarla.

—No puedes salir a mitad de la noche — le recuerdo. — Además, quiero recordarte que tus amigos te dejaron ahí abandonada, no pasara nada si les avisas mañana.

Bajo la mirada y el nombre del destinatario me corta la respiración. En una letra perfecta está escrito Regulus Arcturus Black.

Siendo Nora, pensé que la carta estaría dirigida a Roxanne, mas no es así y por alguna extraña razón una horda de celos comienza a invadirme, recordando aquella escena en el Gran Comedor en donde ambos chicos se besaron.

—Deja de pensar en eso — me pide cerrando la puerta de nuevo. —Te martirizas demasiado.

—Lo besaste.

—Sí y tu besaste a Lupin. Los celos no son buenos Agapanto, nublan tu vista y te hacen hacer cosas inapropiadas.

Bufo y dejo la carta en un buro que hay a un lado de la cama.

—Cómo si tú no estuvieras celosa de Roxanne — recuesto la cabeza sobre mi almohada.

Nora aprieta los labios y se queda mirando la ventana un momento, antes de quitarse los zapatos y el abrigo que deja sobre la silla del escritorio. Voltea a mirarme y casi siento que está hurgando en mi cabeza.

—Deja de verme.

—Deja de pensar tan fuerte — concentro mi mirada en el suelo e intento pensar en otra cosa que no sean ni Regulus, ni Remus. Lo primero que cruza por mi mente es una Mimbulus Mimbletonia, una planta que tiene una forma peculiar y un olor terrible, cuando se siente amenazada lanza chorros de una sustancia venenosa. — ¿Plantas? ¿En serio?

—Si te molestan mis pensamientos, entonces deja de escucharlos.

No entiendo como es que funciona la Legeremancia, pero supongo que no tiene el control suficiente porque si así son todos los magos que practican ese tipo de magia, no me sorprendería que Dumbledore supiera todos los secretos del colegio. La Ravenclaw me golpea para que le haga espacio y se recuesta junto a mí.

—Dumbledore no escucha tus pensamientos, así que tranquilízate, él tiene controlados su poderes y, además, ¿qué tendría que estar escuchando los pensamientos de unos adolescentes? — cierra los ojos lista para dormir. — Te dejaré ir a entregar la carta.

[En Edición]Los Merodeadores: EncuentrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora