Capítulo 68

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Es un día hermoso, eso o es la nostalgia de no volverlo a ver lo que les provoca aquel sentimiento. 

En la torre de Gryffindor, James Potter, Remus Lupin, Sirius Black y Peter Pettigrew miraron una última vez su habitación, las camas perfectamente hechas como aquel primer día hace siete años que habían llegado emocionados. 

De las paredes habían desprendido los estandartes de sus casas, el escritorio igualmente no tenía nada sobre él, más que los rastros de tinta seca de aquella vez que fabricaron el dichoso Mapa del Merodeador, que yacía en la oficina de un conserje malhumorado en espera de ser encontrado.

Lily Evans también observó su habitación una última vez antes de tocar el hombro de James para llamar su atención.

—Es hora Potter.

—Ya vamos — responde con una discreta sonrisa. Los chicos a su lado saben que el tiempo ha llegado y por puro impulso, Sirius pasa la mano por arriba de los hombros de Peter, quien hace lo mismo por James y este último por Remus.

—¿Quién lo diría? No nos expulsaron en siete años — dice Sirius con una gran sonrisa burlona.

—También estoy sorprendido — añade Remus moviendo sus cabellos castaños.

Ninguno dice más y en cuanto James extiende la mano para sostener el picaporte un escalofrío se apodera de su brazo, como si su cuerpo no quisiera ponerle fin a esto. Una ola de recuerdos, lo invade y casi puede ver en su interior a los cuatro niños que alguna vez llegaron emocionados en su primer día. Con una sonrisa cierra la puerta y sigue a los otros tres chicos que bajan las escaleras silenciosamente para unirse a la pelirroja que mira por la ventana.

Mientras que, en una parte del castillo, oculta y remota, que sólo se revela para aquellos que saben invocarla, Nora Graves mira por los grandes ventanales que dan vista al Lago Negro y a las lejanas montañas. Era la misma habitación que invocó en un inicio, con los grandes ventanales y un simple sillón para observar la vista. Ni libreros, ni cama, ni siquiera una simple mesa. El sol ya se ha ocultado hace tan sólo unos minutos y ha podido presenciar un lindo atardecer.

Nora sabe que la hora de partir llego y con cierta tristeza recoge la cobija desgastada que está desdoblada sobre el sillón, y como si fuera un peluche la abraza contra su pecho. Aparta la mirada y da un vistazo hacia la vacía habitación. Sus ojos inmediatamente se posan en aquellas palabras que hace tiempo escribió sobre la pared. Una profecía sin resolución, sólo le parece una carga más que llevar sobre los hombros, con la preocupación y la angustia de no saber a lo que se refiere.

Sin más que hacer se encamina hacia la puerta y mira una última vez la habitación.

—Gracias.

Sale por la puerta y a medida que se va alejando por el pasillo, la puerta de roble desaparece y se funde hasta volver a ser una pared común y corriente. En sus labios se forma una sonrisa discreta mientras baja por las escaleras de camino al primer piso.

A pesar de la hora, en el invernadero, Mila Abbott está rodeada de las muchas plantas de las que tantos años estuvo al pendiente. Las recorre una por una, asegurándose de que estén en perfecto estado y con el agua necesaria.

—Sabía que estarías aquí — anuncia una voz desde la puerta. Regulus Black, con sus usuales y elegantes ropajes. Mira a las plantas rápidamente y luego sus ojos platinados se posan sobre la Hufflepuff. — Las cuidaré. Lo prometo.

Mila Abbott sonríe ampliamente y asiente antes de acercarse al chico.

—Ya es hora. Tienes que ir con el resto.

[En Edición]Los Merodeadores: EncuentrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora