Remus Lupin
Me gusta el silencio y la tranquilidad que suele acompañarlo, hacen que mis pensamientos tengan espacio para revolotear en mi cabeza como les apetezca, las ideas van y vienen. Sin embargo, ahora estoy en un silencio nada reconfortante, me resulta ligeramente incómodo que la persona frente a mí sólo se dedique a mirarme con decepción. Mi pierna se mueve ansiosa por debajo de la mesa y esos pensamientos que suelen ser pasivos, están revoloteando como un torbellino.
—¿De qué querías hablar? — pregunta Mila que afortunadamente también se ha quedado par las vacaciones de invierno.
—Mila todo lo que escuchaste no es lo que crees, tienes que creerme — intento explicarle— Quejicus nos acusó de lo del invernadero y...
—No debían estar en ese invernadero — interrumpe segura.
Me causa extrañeza verla de esa forma. La seriedad en su rostro, sin una pizca de alegría, en ella más que en nadie más, resulta de cierta forma angustiante, siento su enojo a través de esos ojos color chocolate y me causa escalofríos.
—¿Qué quieres de mí, Remus? Dime para que podamos terminar esto de una buena vez.
—Queremos que nos ayudes a conseguir cuatro hojas de mandrágora antes de que acaben las vacaciones.
—No. No lo haré — responde fría. — La mandrágora es una planta poderosa y las pociones que salen de ella en su mayoría son peligrosas. No seré cómplice de sus tonterías.
—Si te digo que es importante, muy importante. Te prometo que nadie saldrá herido.
—No.
Sale de la biblioteca sin decir nada más y me deja solo en la mesa con muchas cosas que pensar. Todavía no sé por qué me siento peor, si por su indiferencia o porque no he conseguido que nos ayudara.
Me gustaría creer que es a causa de la segunda opción, es mejor eso a que la relación entre Mila y yo sea de gran relevancia. Por Merlín, sueno como un tremendo idiota. Por supuesto que me interesa, fuera del hecho de que la necesitamos para conseguir las hojas, la chica me resulta en muchas maneras encantadora, desde su inocencia y su torpeza hasta lo habilidosa y aplicada que resulta ser en clase.
Entonces llegan los chicos que han estado escondidos a unas pocas estanterías de nosotros, cada uno se sienta a mi alrededor en espera de una buena noticia, pero niego con la cabeza, señal de que hemos fracasado. Les cuento nuestra conversación y lo primero que sale de la boca de Sirius es:
—Que estupidez es eso de la honestidad — se remueve el cabello como un perro que acaba de ser bañado. — Eso nunca funciona.
—¿Qué querías? ¿Qué le mintiera?
—No, tal vez omitir información hubiera estado bien.
—Deberíamos comprarle algo, como ofrenda de paz — comenta James.
—O podríamos pedir disculpas a Quejicus — dice Peter.
Cada uno de nosotros voltea a verlo sorprendido, incrédulos por lo que acaba de sugerir.
—Nunca en la vida se te había ocurrido una idea más estúpida Peter — opina James que niega con la cabeza.
—Concuerdo con el cuatro ojos — dice Sirius. — No puedo creer que siquiera lo dijeras.
—Es una excelente idea — comento. — Si lo hacemos en público Mila podrá ver que realmente estamos arrepentidos y considerará perdonarnos.
—Pero no estamos arrepentidos — James mueve las manos eufóricamente.
—Definitivamente no estamos arrepentidos, de hecho, podríamos hacerlo de nuevo sin ningún problema.
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[En Edición]Los Merodeadores: Encuentros
FanfictionJames Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Peter Pettigrew, son el grupo de revoltosos, conocidos como los Merodeadores. Cuatro chicos que harán lo que sea el uno por el otro. Severus Snape, Lily Evans y Mila Abbott, los chicos reservados y intelig...