Capítulo 36

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Remus Lupin.

Le he roto una pata trasera a Sirius, lo que se traduciría como una pierna. Ni siquiera puedo verlo a la cara porque cuando lo hago me siento peor de lo que me he sentido en mucho tiempo. La noche anterior, Sirius salió como pudo del agujero en su forma de perro acompañado de Peter, mientras que James se quedó conmigo hasta el amanecer y fue ahí cuando me explicó lo que el idiota de Quejicus hizo la noche anterior.

Sirius está recostado con una pierna vendada en proceso de recuperación, la señora Pomfrey dijo que estará como nuevo para el anochecer.

—Ya te dije que no te culpo de nada — me dice Sirius. — Culpo al idiota de Quejicus.

Niego con la cabeza y estoy a punto de responder cuando la puerta se abre de golpe y entra Roxanne acompañada de Nora y Regulus a sus espaldas. La rubia se acerca a Sirius y por primera vez creo ver una preocupación en su rostro. Tal vez después de todo los sentimientos de Roxanne no son tan falsos como en un inicio creíamos.

—¿Qué pasó? — nos pregunta dedicándonos una mirada fulminante.

—Queríamos hacer una broma y el idiota de Sirius cayó mal — responde James. Es la mentira que le hemos dicho a la mayoría y con la reputación que nos cargamos nadie se atrevió a cuestionar nuestra explicación.

Regulus nos mira confundido y luego voltea para ver a su hermano, como si no creyera lo que decimos. Hasta que Nora se acerca para susurrarle algo y se calma un poco.

—Bueno nosotros nos vamos — comenta el Slytherin serio. — Suerte con tu recuperación Sirius.

Su hermano hace un leve movimiento con la cabeza y le dedica una mirada rápida y casi imperceptible a la Ravenclaw que ni siquiera parece mirarlo.

—¿A dónde van? — pregunta Roxanne confundida.

—Tengo que ayudarle a estudiar — dice Nora señalando a Regulus. — No va a pasar sus T.I.M.O.S. así como si nada Roxanne. Nos vemos después.

Ambos chicos desaparecen por la puerta y James no puede evitar contener una risa maliciosa.

—Luce como que tus amigos te están dejando atrás, Malfoy.

—Cierra la boca, Potter — responde la chica enojada y es cuando Sirius le toma una mano para que se tranquilice.

James, Peter y yo salimos para evitar ver a Sirius y Roxanne juntos, no sin antes prometer que volveremos en la noche para acompañarlo al cuarto. Caminamos por el pasillo hasta que decido separarme de los chicos con la excusa de que olvidé algo en el dormitorio. James y Peter asienten y se marchan por el pasillo contrario.

Camino rápidamente volteando en cada esquina para que nadie me siga, hasta que llego a aquel cuarto de viejas y desgastadas armaduras que McGonagall nos hizo limpiar como castigo.

El silencio y la tranquilidad me aterran un poco, las ventanas están manchadas y no permiten el paso de la luz para iluminar el lugar como me gustaría. Paso un largo pasillo hasta llegar al final que es donde todavía están esos artículos de limpieza y junto a ellos está un pequeño broche color amarillo que seguramente olvidó Mila la vez que estuvimos aquí. Me siento en una esquina alejada de la poca luz y cierro los ojos ansioso.

Intento recordar lo que sucedió anoche. Las imágenes van y vienen a mi mente como visiones lejanas y borrosas. Logro ver el rostro de Quejicus horrorizado y luego a James llevárselo por el largo pasillo. No recuerdo haberme peleado con ningún perro, pero si recuerdo haberlo lanzado contra una gran columna de madera antes de correr tras James y el otro chico. La cabeza me da vueltas y el chillido del perro recorre mis pensamientos una y otra vez hasta que me obliga a abrir los ojos.

[En Edición]Los Merodeadores: EncuentrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora