157. Congelado durante doce años

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CERCA DE UN MES ANTES DE NACER AUGUST, KIMANI ANUNCIÓ TAMBIÉN SU SEGUNDO EMBARAZO.

La verdad es que Donatello estaba algo nervioso con que se hubiese vuelto real, como si no hubiera pensado en las causas y consecuencias de estar intentándolo hasta el mismo momento en el que lo consiguieron y su mujer empezase a fantasear con preparar la que sería la habitación del bebé.

Estaba seguro de que sería ese y no más, especialmente cuando Isaac se paseaba por el laboratorio tratando de llamar su atención. Solía coger lo primero que pillase para enseñárselo, pensando que sería algo con lo que poder jugar juntos.

A ver, aparte de que le ponía histérico que en algún momento cogiese algo potencialmente peligroso para un bebé ―lo que él consideraba todo―, le enternecía que Isaac se interesase lo suficiente todo lo que tenía por ahí, buscando algo que tener en común con su padre.

Muchas veces le acababa sentando en su regazo cuando estaba en el ordenador, incluso acercaba el portátil y le ponía algo que ver con los auriculares mientras él trabajaba. Sí, resultaba demasiado irritante tratar de concentrarse cuando escuchaba esas cancioncillas de series infantiles a través de los auriculares del pequeño, y más cuando él intentaba seguir los movimientos que se le indicaban, pero era demasiado adorable como para decirle nada.

Ni que decir tiene que Kimani no desaprovechaba la ocasión de hacerles fotos cuando estaban así. Eran tan cucos...

Y Isaac era muy cariñoso, enseguida le daba besos y abrazos a todo el mundo. No como su prima, a Romanella se la veía más reservada, y rehuía ese tipo de acercamiento siempre que podía. Estaba claro que había salido a sus padres.

Esta vez, Kimani se vio forzada a cogerse la baja de maternidad mucho antes que en su anterior embarazo. Simplemente tenía náuseas demasiado fuertes durante la segunda parte del primer trimestre, no podría trabajar en esas condiciones, así que mejor se quedaba en casa ayudando con los peques mientras sus madres trabajaban también.

Por lo general, Leonardo y Raphael preferían que los niños se acostumbrasen a entrenar un rato por la mañana y otro por la tarde, pero no parecía muy buena idea que después de eso tuviesen clase con el Tío Donnie, estaban demasiado dispersos. Claro, claro, vale que no podían ir a clase, pero no podían crecer siendo unos pobres analfabetos.

La cuestión es que tener a Kimani por ahí para ayudar con Isaac y Romanella no estaba de más, en absoluto. Ya fueron varias las ocasiones en las que se sentaba con Raphael en el salón para intentar que sus pequeños aprendiesen también algo en lo que Donatello y Leonardo estaban con los mayores en el laboratorio.

Sabiendo Kimani que Donatello no parecía haberse hecho aún a la idea de tener otro bebé, y Isaac insistiendo tanto en entrar al laboratorio a jugar, quiso que tuviese algún rato para sí y pensar. Eso también le daba la oportunidad de continuar con algunos de sus proyectos, como la cura de un amigo.

Un día, estando Kimani de unas veinticinco semanas, Donatello estaba inclinado sobre el microscopio tratando de comprobar si la fórmula actuaba como tenía previsto que actuase sobre la muestra del ADN mutante de Timothy. Ya le fue complicado extraerlo cuando continuaba congelado, pero sorprendentemente, el retro-mutágeno que había creado para él, parecía deshacer el hielo y reconvertir las células.

―Por las barbas de Darwin... ―suspiró asombrado, separándose del microscopio para quedar recostado en el respaldo de la silla.

―¿Has dicho algo? ―preguntó Kimani asomándose por la puerta de laboratorio, con una ceja fruncida. Al haber bajado la guardia, Isaac entró corriendo hasta llegar a su padre con los brazos extendidos, gritando «¡Papa! ¡Papa!».

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora