78. Incidente

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NAIARA SE HABÍA QUEDADO LA ÚLTIMA SEMANA EN LA GUARIDA. Después de la batalla contra Shredder y sus aliados, Splinter había acabado con un pie roto y Leonardo herido, por lo que la verdad es que fue de mucha ayuda que estuviese con ellos. A Splinter le fascinaba los conocimientos de Naiara en medicina natural, casi hasta se le habían olvidado los mantras de sanación que guardaba en el dojo.

Otra de las razones por las que Naiara prefería quedarse en la guarida era porque los padres de Arlet continuaban llamando y seguía sin saber qué decirles. Las pocas veces que había hablado con Arlet, la morena le dijo que de vez en cuando les informaba de cómo estaba, pero no parecía ser suficiente para su madre. Odiaba admitirlo, pero Arlet tenía razón, Adaline es un poco paranoica.

También estaba el asunto de su padre, al que no dejaba de dar vueltas. Hacía casi tres años de la última vez que le vio, ¿por qué quería que fuese a verle ahora? Nunca antes se molestó en llamar ni nada, ni siquiera por su cumpleaños. Era un verdadero desastre...

El lado bueno es que continuaba trabajando. Sí, sus jefes habían pospuesto el cierre de la tetería hasta la llegada de la primavera; eran conscientes de que sus productos resultan bastante más reconfortantes en los fríos meses de invierno. Por no mencionar que los estudiantes eran sus mejores clientes, tanto antes como después de las clases.

Además, Kimani ―y a veces April― solía hacerle compañía después de la universidad. La chica había dejado su trabajo en el Starbucks del centro comercial para estar más centrada en los estudios, ya lo intentaría recuperar en verano para sacar algún dinero extra. Kimani solía estar cerca de una hora en la tetería, hasta que el turno de Naiara acabase y bajar las dos a la guarida; también era un buen lugar para hacer los deberes.

Para cuando Splinter llamó a Raphael al dojo, seguramente para echarle la bronca por su reciente comportamiento, los demás se habían ido a la cama.

Ya entre las sábanas y, en el lado más próximo a la pared, Naiara se mantenía con la mirada perdida y respirando profundamente una y otra vez por la nariz.

―Pareces molesta ―susurró Leonardo metiéndose en la cama junto a ella. Se acomodó girado sobre su lado derecho y sujetando la cabeza con la mano―. ¿Qué pasa? ―preguntó extendiendo su otra mano para acariciar su cadera para acabar acogiéndola bajo su brazo.

―Nada, es que sigo un poco indecisa ―murmuró aún mirando a la nada. Suspiró resignada―. Mañana voy a atender un asunto familiar... ―le dijo girándose hacia él, acercándose para acurrucarse en su pecho. Era una buena forma de evadir preguntas; si no podía ver su cara, Leonardo no podía saber que estaba más molesta de lo que le había parecido antes.

―¿Quieres que te acompañe? ―preguntó pasando las rastas de su novia entre los dedos.

―Gracias, pero tengo que ir de día y a un lugar público. Tampoco espero quedarme mucho tiempo ―contestó abrazándose a su caparazón. Leonardo correspondió rodeando el delgado torso de la humana para estrecharla contra su cuerpo, embriagado por su delicioso champú con olor a manzana.

* * *

Al día siguiente por la tarde, dos personas no dejaban de mirar el reloj en su teléfono.

Naiara porque no estaba del todo segura de querer ir a su cita con su padre, estaba deseando que se le pasase la hora y no poder ir; y Raphael, que no veía el momento de que anocheciese para ir a ver a Arlet y convencerla de una maldita vez para que vuelva, pero no sabía si estaba preparado para explicarle a sus hermanos y amigos lo que había pasado.

Leonardo estaba en el salón pretendiendo que la situación no era incómoda, pero Donatello, Michelangelo y Kimani estaban en el laboratorio comentando eso. Michelangelo en ocasiones se asomaba por la puerta como si se tratase de una ventana a un documental del comportamiento humano-mutante adolescente. Se volvió rascándose la nuca y se sentó en la mesa junto a Kimani, que estaba haciendo sus famosas tarjetas de estudio.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora