145. Charla de azotea

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NI QUE DECIR TIENE QUE ARLET Y KIMANI ESTUVIERON MANTENIENDO LAS DISTANCIAS.

Arlet no se iba a disculpar por hacer lo que le diese la gana con lo que compraba, que era lo que Kimani esperaba, pero claro, era ella a quien se le ocurrió que era buena idea robar los condones de los demás y tampoco se le ocurrió tomar la píldora para mayor seguridad. Sí que fue irresponsable porque los condones se podían romper solos, aunque Kimani era demasiado orgullosa como para admitirlo.

Así que iban a ser unas Navidades incómodas.

El lado bueno es que ambas iban a tener a sus familias disponibles, no tenían por qué coincidir en la guarida. Algo que por una parte les daba rabia a sus maridos. Ellos seguían siendo hermanos, y no tenían por qué aguantar las rencillas que sus mujeres tuvieran entre ellas.

Bueno, Donatello y Kimani bajarían a la guarida en Nochebuena, y Raphael y Arlet la mañana de Navidad. De todas formas, Donatello y Kimani irían también en Navidad, sólo que después de comer con los padres de ella, cuando Raphael y Arlet se hubiesen ido.

Arlet no había dicho nada de no querer coincidir con su cuñada, iba a saber ignorarla por completo a menos que se le ocurriese pedir perdón. Kimani en cambio... no iba a ser capaz de mantenerse callada, lo de evitar coincidir era básicamente por ella.

Hacía tiempo que ninguna de las tortugas iba a la compañía porque había suficientes ninjas para atender a los pocos clientes que recibían. Hasta Logan dejó parte de su trabajo allí a otra persona para hacer quién sabe qué. Así que, desde la disputa de sus mujeres, Raphael y Donatello estuvieron patrullando juntos más a menudo. No era raro que acabasen relajándose en una azotea, charlando y comentando lo ridículas que estaban siendo.

―No, no, no digas eso ―respondió Donatello sacudiendo una mano―. Arlet tiene razón, se podía haber roto. Cuando me dio la noticia creí que lo había hecho a propósito, pero estas cosas pasan. Y, de todas formas, estamos contentos ―explicó.

―Sinceramente, es lo que más me molesta. Kim está emocionada ―dijo Raphael encogiéndose de hombros―. Arlet en cambio, es la que está nerviosa, vuelve a tener miedo por el parto...

―Pero no nos está amargando la existencia como la otra vez ―apuntó su hermano ladeando la cabeza―. ¿O sí? ―preguntó arqueando una ceja.

―No ―sonrió Raphael mirando a las calles―. Pero supongo que sea cosa mía. Esta vez no ha sido un accidente, yo se lo pedí ―añadió asintiendo.

―La verdad, no te hacía tan paternal ―admitió Donatello, provocando que su hermano soltase un bufido divertido―. ¿Y cómo le va a Gino?

―Se está poniendo pesado para ponerle filo a las tonfas ―suspiró la tortuga de rojo.

―Bueno, tiene a quien salir ―se rio Donatello mirando a otro lado para no tener que cruzarse con los ojos de su hermano.

Raphael sólo le había mirado con una sonrisa incrédula, en verdad le enorgullecía pensar que Gino estaba saliendo a él y que al pequeño le encantase escuchárselo decir a la gente. Gino sabía perfectamente que su padre no era perfecto, no hacía tanto, él mismo le había reprochado que no tenía sentido que se hubiese enfadado con el Tío Leo por algo que había pasado en el entrenamiento.

«Ya no sois adolescentes», fueron sus palabras exactas. En eso había salido a Arlet, estaba claro. Tiene su carácter más sereno y para nada explosivo.

―No le acaba de emocionar lo de tener un hermano ―suspiró Raphael mirando al frente, asintiendo.

―¿Y la mudanza?

―Sí, eso sí. Le mola eso de poder empezar su habitación de cero. El otro día estaba viendo una película con Arlet y se sentó entre nosotros con el portátil para comprar cuadros de videojuegos, música... Y que no va a tener que compartir habitación con un bebé ―añadió asintiendo.

Naturalmente, el apartamento se les quedaba pequeño para una familia de cuatro, y Gino se iba a negar en rotundo a compartir la habitación con un bebé. Además, Arlet también se iba a negar a pasarse dos años con el pequeño en la cama con ellos, no iba a cometer ese error dos veces.

Aún no se habían mudado, les pareció pertinente insonorizar algunas paredes, aunque sea las de las habitaciones. Pero por lo demás, ese amplio ático de dos pisos estaba acabado.

No, la casa del bosque no era una opción dado que estaba demasiado alejada de la ciudad, del trabajo de ambos, de su vida en general. Esa casa iba destinada a unas vacaciones puntuales, un fin de semana de relax, su jubilación.

A Arlet le daba pena abandonar el apartamento que representaba su independencia, pero la verdad es que le encantaba ese nuevo apartamento. Las habitaciones eran grandes, el salón no se iba a sentir tan apretado con un rottweiler dando vueltas y buscando mimos... Dos niños ―más queriendo entrenar en casa con su padre, seguramente―, ya no iba a parecer tanto.

―¿Y vosotros? Mikey me ha dicho que ya sabéis lo que esperáis ―se interesó Raphael.

―Sí ―sonrió Donatello―. Es... una tortuga. Y es niño. ¿Nombres...? Estamos en ello ―murmuró ladeando la cabeza de lado a lado con indecisión.

―Copión ―dijo la tortuga de rojo antes de volver a mirar al frente, con una sonrisa irónica.

―Eh, que esto no es a la carta. Y creo que el único original aquí ha sido Leo. ¿Vosotros no queréis saberlo? ―preguntó.

―No ―respondió negando con la cabeza―. Que sea otra sorpresa. Sólo queremos saber que esté bien. Supongo que no podemos contar con la enfermera, ¿no?

―No te preocupes ―contestó Donatello rodando la vista―. Kim de momento sigue trabajando, bajad mañana y le echo un ojo.

―Gracias Don ―sonrió Raphael dándole una palmada en el caparazón―. Feliz Navidad, hermano.

―Feliz Navidad. A ver si entran en razón ―suspiró la tortuga de morado, alejándose en la otra dirección―. Estaría bien que estemos todos en Nochevieja.

―Lo veo mal, pero ojalá ―respondió Raphael, justo antes de despedirse con un gesto y saltar de lo alto del edificio.

Sí, tocó capítulo corto, poco más de 1030 palabras.

Es que se me hace raro pasar a los partos, ¿no? Saltar de diciembre a mayo... ñe.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora