67. Muñeca

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POR FIN A KIMANI LE HABÍAN QUITADO LA BOTA ORTOPÉDICA, pero esto tampoco significaba que el cojeo hubiese acabado. Seguramente le llevase una o dos semanas más para asegurarse de que su tobillo no le daría problemas en el futuro. Evidentemente, Kimani no quería sufrir ningún tipo de dolor permanente por querer hacer su vida con normalidad ahora que le habían quitado la bota, era consciente de que su tobillo ahora debía habituarse a la movilidad de la que había sido privado durante algo más de un mes.

Cuando bajaba a la guarida con las chicas, solía pasar más tiempo en el laboratorio con Donnie —y con Arlet si también estaba haciendo deberes, aunque fuera dibujar—. Estudiar no es el mejor plan cuando vas a casa de unos amigos, especialmente si no es un grupo de estudio; pero Donatello le ayudaba un montón. Era habitual que encontrasen algunos temas que despertasen la curiosidad del otro dando paso a conversaciones amenas y lo más importante, aprendían del otro.

Ni que decir tiene que, desde que supo que Kim bailaba, el mismo día en el que apareció sin la bota, Michelangelo le insistía una y otra vez para que bailase con él y quizás enseñarle algunos pasos. Kimani aún quería asegurarse de que su pie dejaba de doler, por lo que se negaba y continuaba estudiando, haciendo los deberes o proyectos, o incluso ayudando a Donatello.

Ya desde el primer día, pensó que no merecía la pena tratar de explicarle a Mikey la diferencia entre un par de semanas y unas horas:

—No, Mikey, aún no puedo bailar —le dijo sin ni siquiera mirarle. Pasó un par de hojas, buscando una en concreto, pero parecía que no había suerte. Estaba sentada en el escritorio de Donnie mientras él buscaba algo en el ordenador, no sabía exactamente lo que estaba haciendo, pero desde el primer momento estaban muy callados, por lo que prefirió no molestarle; parecía concentrado. Claro, hasta que apareció Mikey.

—¿Por qué no? —gimoteó tratando de ponerle ojos de cachorrito, pero desistió cuando vio que no le prestaba atención—. Dijiste que bailaríamos cuando te quitasen la bota. Te la han quitado, así que...

—No.

—Porfaaa... —se quejó recostándose dramáticamente por toda la mesa, incluso apartó sus libros y hojas de apuntes para tumbarse delante de ella. En ningún momento habiendo terminado la palabra, por lo que en los tímpanos de su hermano y amiga ahora resonaba como el agonizante cántico de una ballena.

—Mikey, ya basta —gritó Donnie dando un golpe sobre la mesa, cortando a su hermano en el acto—. Si no quiere bailar, déjala en paz.

Michelangelo se bajó de la mesa haciendo un puchero, pero se molestó en volver a poner los libros de Kimani delante de ella antes de salir del laboratorio cabizbajo. Kimani le siguió con la mirada y no pudo evitar hacer un puchero también, sobre todo cuando la tortuga hizo una breve pausa junto a la puerta y soltó un largo y desalentador suspiro.

Se volvió hacia Donnie con el mismo puchero, sólo que más exagerado, casi como si quisiera derramar lágrimas. Donatello rodó la vista al verla, ¿es que intenta hacerme sentir mal? Apoyó la cabeza en su mano izquierda y se la quedó mirando antes de hablar:

—No dejes que te afecte, lo hace a propósito.

—Pero parece triste —gimoteó ella volviendo a mirar hacia la puerta.

—Así es como consigue lo que quiere —murmuró volviendo a teclear—. Si no funcionan los ojos de cachorro o los gritos, recurre a la culpabilidad.

—Pues lo ha conseguido... —refunfuñó ella. Se cruzó de brazos y se hizo un ovillo en la silla, permaneciendo así un rato.

Kimani apenas se había movido, había podido seguir estudiando, repasando una y otra vez las cuatro hojas que Michelangelo había dejado desperdigadas delante de ella, lo que suavizó su expresión de falso enfado. Donatello continuaba a lo suyo, cosa que en parte mosqueaba a su amiga, pero bueno... Cada uno maneja a sus hermanos a su manera.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora