81. Ángel

224 20 6
                                    

KIMANI ESTUVO PENDIENTE DEL CHAT DE NAIARA, aunque no por eso se iba a volver a conectar antes. Apenas apartó la vista de la pantalla lo suficiente como para tomarse su café antes de que se enfriase demasiado, no dejaba de esperar el momento en que la viese «en línea».

Mantuvieron una pequeña conversación en la que ya de paso ponían a Casey al día sobre el regreso de Arlet. Cierto es que se lo comunicó Raphael la noche anterior cuando le dijo que no saldría de patrulla con él, pero no sabía cuál era el motivo de traerse a su ex de vuelta.

Fue un poco... desconcertante. En un principio no se lo creyó, pero la seriedad en la cara de las chicas le borró esa sonrisilla irónica.

April y Kimani no tardaron en comentar por lo bajo cómo podría haber pasado. Es decir... ¿cuánto ADN humano podría tener Raphael en su cuerpo como para haber podido concebir con una humana? ¿Cuánto mutágeno podía tolerar el cuerpo de Arlet sin que la cambie a ella?

Claro, esta parte de la conversación estaba resultando aburrida para el vigilante.

―Casey Jones, que te quedas dormido ―dijo April dando un par de toques en la mesa con los nudillos. El chico sacudió la cabeza al darse cuenta de que efectivamente se estaba durmiendo, a punto estuvo de dar un cabezazo en la mesa.

No es que le gustase dar el cante ni nada, pero alguien en la sala no pudo evitar levantar la cabeza de un respingo al escuchar ese nombre. Lamentablemente, antes de que pudiese haberle reconocido, derramó lo poco que le quedaba de su café por la mesa.

Qué suerte que no fuera sobre sus apuntes, le daría un infarto.

―Tía, ¿qué te pasa? ―le preguntó su amiga con una sonrisa divertida, apartando su propia carpeta a tiempo de que el líquido se extendiese por la mesa para alcanzar sus cosas.

―Lo siento ―murmuró sonrojándose por su torpeza, alcanzando unas servilletas para colocarlas sobre la mancha.

Casey se volvió un instante, había reconocido la forma en la que ese «lo siento» titubeaba, pero apartó la vista tan rápido como se volvió desde el principio. Esa chica se le hizo familiar incluso estando de espaldas; aunque siendo justos, la primera vez que la vio estaba de espaldas...

Volvió a mirar de una forma un poco más discreta, lo suficiente como para verla por el rabillo del ojo. No había duda, por la forma en la que ocultaba la cara avergonzada era la misma chica.

Era la pianista.

Estaba sentada en una de las mesas rectangulares junto al ventanal de la tetería en compañía de una amiga. Ambas estuvieron manteniendo una conversación a base de murmullos para no molestar a los demás clientes ya que, estaban estudiando.

Su amiga, incluso sentada, daba la impresión de ser más alta que ella incluso cuando la otra llevaba tacones. Tenía el pelo de un castaño mucho más oscuro, cortado por encima de los hombros y un flequillo recto que casi caía sobre sus pestañas.

No vestía muy diferente a la pianista, seguramente fuesen de compras juntas. Llevaba una cazadora granate oscuro, un suéter marrón con una camisa blanca debajo y unos pantalones color crema con un pequeño y colorido dibujo floral en el bajo de su pierna izquierda. Sus zapatos eran unas bailarinas doradas.

Cuando sintió que habían dejado de mirarla, la pianista se atrevió a girarse disimuladamente otra vez.

―Es guapo.

―¿Qué? ―preguntó volviéndose hacia ella. Aún estaba colocando servilletas sobre la mancha de café, pero incluso así sabía que algo tenía a la pianista inquieta. Bueno, estaba tratando de limpiar su desastre, más obvio no podía ser.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora