62. Sospecha

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—¿Perdona? —cuestionó con inocencia.

—Por favor, Kim. No he sido capaz de encontrar ni el edificio. Lo único que he podido hacer es una réplica de la tarjeta de autorización electrónica de tu padre, se nos acaba el tiempo.

—No es justo, tengo sueño. Ahora te estás aprovechando de mí —gimoteó esforzándose por mantener los ojos abiertos. Se los frotó una vez más para tratar de que surgiese efecto y permanecer despierta unos minutos más.

—No te lo pediría si se me ocurriese otro plan. Sabes que ponerte en peligro es lo último que quiero —dijo tomando sus manos, suplicando.

Ella abrió los ojos de nuevo y miró brevemente sus manos, pensando cómo podría resultar todo eso. Es decir, ¿de verdad se iba a colar en unas instalaciones super-secretas?

—Si aceptase... ¿qué tendría que hacer...?

Donatello sonrió y agachó la cabeza con agradecimiento, lo cierto es que no se esperaba que Kim fuese a ceder. Cuando fue a mirar a la chica para poder acordar un plan, la cabeza de Kimani fue descendiendo hasta reposar en su hombro izquierdo. Dejó de sonreír, pero no porque le hubiese molestado el gesto, era más bien por sorpresa. Sí que le incapacitaba la falta de sueño...

Donnie la tomó por los hombros y la hizo retroceder lo suficiente como para poder situarla a una distancia prudencial del borde de la cama. Cuando la colocó como era debido, la arropó y acercó su cara a la de ella.

—Mañana te llamo —susurró apartando sus indomables rizos, buscando su oreja. Ella sólo respondió con un leve gemido, pero le pareció que le había escuchado, por lo que dio por concluida la charla.

A ver, le hubiera gustado dejar comentado el plan o, cómo actuar en caso de imprevistos, pero parece ser que tendrían que hablarlo en otro momento.

* * *

El sonido de la alarma de su teléfono despertó a Kimani haciendo que diese un respingo y con un rápido y agitado movimiento de cabeza se quitase el pelo de la cara. Con el corazón en la garganta, resopló y se volvió a dejar caer boca abajo sobre el colchón con pereza y dejando escapar todo el aire que retenían sus pulmones. Sin ver dónde estaba el teléfono, alargó la mano derecha para alcanzarlo, palpando con cuidado la superficie de la mesa.

Qué sorpresa cuando fue a deslizar el dedo por la pantalla y no desactivó ninguna alarma, sino que descolgó una llamada:

—Espero que estés lista para tu primera misión.

Kimani volvió a erguirse sobre sus antebrazos para fijarse mejor en la pantalla. Apretó los dientes con irritación y cogió el teléfono para llevárselo a la cara mientras se sentaba en la cama.

—¿Pero a ti que te pasa? Es sábado... —se quejó.

—¿No te acuerdas? Anoche accediste a echarme una mano con la investigación.

—¿Fue real...? —bostezó frotándose un ojo con la otra mano—. No puedes fiarte de lo que te diga cuando estoy tan cansada. Ni siquiera sabría decir si esa conversación la había soñado o no.

—Bueno, fue real. Y ahora no puedes echarte atrás. Corre, vístete antes de que tu padre se marche a trabajar.

—Y le digo qué.

Para qué preguntaré, se dijo a sí misma. No tenía ni que haber esperado por la respuesta de Donnie para saber lo que le iba a pedir. Sin ni siquiera oír lo que Donatello le había sugerido, fue bajando el teléfono y colgó. Suspiró reuniendo el coraje que estaba segura que iba a necesitar y se levantó para encontrarse con su padre en la cocina.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora