BONUS TC - p3

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AL CAER LA NOCHE
MARTINA

LAETICIA SUSPIRÓ CANSADA UNA VEZ DECIDIÓ QUE DEBÍA LEVANTARSE.

Los cachorros no tardaron en entender cómo se abrían las puertas, y les faltaba tiempo para corretear por toda la casa en busca de su madre, o peor, jugando al escondite. No sería la primera vez que a Laeticia casi le daba un infarto por no encontrar a alguno de ellos.

Ya le daba pánico que se acertasen a abrir también las ventanas mientras estuvieron en Nueva York, ahora temía también por las escaleras, que no tenían barandilla de seguridad para niños. Pero no podía dormir con ellos por más tiempo, así no.

Al principio no estaba de más, ya era noviembre, y en su nuevo hogar ya había empezado a nevar. Estaba bien eso de abrazarse los cuatro para mantener el calor, pero no cuando empezaban a dar patadas y con esas garras, por no mencionar la de vueltas que daban a veces cuando no encontraban la postura o soñaban con algo.

Laeticia tenía que descansar, y para ello, necesitaba su propia cama.

No quiso dormir en la habitación que Tiger Claw había escogido como "principal", así que cogió ropa y se la llevó a la habitación contigua a la de los cachorros.

Había pasado algo más de una semana desde que el tigre se fue a efectuar su misión, y ella no se atrevió a tocar la joya que le había dejado en el tocador. Aunque mentiría si dijera que no había estado sentada en la cama mirándola de reojo, obsesionándose con todo lo que había pasado como para que de repente se atreviese a proponerle eso.

Bueno, ¿era realmente "eso"? Decir no había dicho nada, quizás no debía haber dado por hecho que se tratase de una propuesta de matrimonio, quizás era un obsequio como disculpa.

Por suerte para ella, era la hora de dar de comer a esos tres terremotos, y como ya no tenía a Arlet para pasarse a echar una mano... no tenía el lujo de tomarse unos instantes para sí misma. Se sentía como la prisionera de siempre, de vuelta a 2009, aunque esta vez eran cuatro tigres, no uno.

A media tarde, Laeticia estaba exhausta, sobre todos después de haber estado limpiando el campo de batalla que fue la cocina. Era muy bonita siendo tan blanca y demás, pero eso significaba que era un lienzo perfecto para las manchas de comida.

El timbre sonó en el momento en el que la pobre madre parecía estar menos presentable. Tenía papilla hasta en el pelo, y le había dado una forma desagradable y asquerosa en algunos mechones. Su ropa no estaba mucho mejor.

Suspiró con pesadez, echando la cabeza hacia atrás con decepción y cansancio, quejándose en silencio por el momento tan inoportuno en el que se encontraba.

Soltó las sábanas que iba a meter en la lavadora ya de paso y echó un vistazo a los cachorros, pensando que ya sería mala suerte que quienquiera que estuviese en la puerta los fuese a ver. Caminó con cautela hasta la puerta, esperando que no la siguiesen.

Emm... ¿puedo ayudarla? ―se cuestionó una vez vio que se trataba de una mujer y su hija preadolescente. Mantuvo la puerta abierta lo más mínimo, pero sin que resultase sospechoso. Claro que, viendo cómo estaba, cualquiera querría esconderse en su lugar.

La mujer tenía la piel bronceada y el pelo negro, llegándole a la mitad del cuello al estar ligeramente ondulado. Vestía una camiseta de tirantes anaranjada, una cazadora negra y unos vaqueros. Luego, Laeticia asumió que debían de medir lo mismo, porque con el pequeño tacón cuadrado de sus botas negras, no le sacaba demasiado, como mucho cinco centímetros. Ella la pasaría con sus tacones.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora