47. Sí, chef

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Tal como lo dijo lo sintió, y Arlet no le preguntó nada acerca de la experiencia de la noche anterior a Naiara.

Tampoco es que tuviese mucho tiempo, junto a la puerta principal la esperaban una maleta y una mochila como equipaje de mano. Sólo tendría que recoger algunos imprescindibles rápidos, como el móvil, el cargador, llaves y el pasaporte.

Y Naiara, como buena amiga que era ―y agradeciéndole también que no la hubiera pedido ningún detalle―, la llevó al aeropuerto.

Leonardo, por otro lado, no tuvo tanta suerte.

Cuando salió del apartamento de las chicas, Raphael le alcanzó en seguida.

Bueno, en realidad Raphael no insistió tanto. Tampoco quería parecer un pervertido ni inmiscuirse en la vida privada de su hermano.

Al principio sí que le pareció divertido vacilarle y ver hasta dónde aguantaría su paciencia, pero cada palabra que decía le hacía darse cuenta de lo incómoda que se estaba volviendo la situación; y no sólo para Leo. A él tampoco le gustaría que le preguntasen por lo que estuvo o no haciendo con Arlet la noche anterior.

A veces se preguntaba si sus hermanos ―o incluso Splinter― se cuestionaban si habían llegado a ese punto de su relación. Es decir, ya llevaban saliendo casi un año y medio. Daba igual, pensó que en caso de que se lo hubieran podido imaginar, nadie le había preguntado nada. Y menos mal... de haber salido el tema, a lo mejor Splinter le habría proporcionado la charla más incómoda de su vida.

Claro, que por la miradita que les echaron antes, parecía evidente... Al menos a Leo y Naiara; y, es posible que Casey se hubiera hecho a la idea en algún momento ―puede que en la granja.

Raphael aprovechó que habían llegado a la guarida para dar por finalizada la conversación. En circunstancias como esa, agradecía que su hermano dejase correr los vaciles; le habría resultado fácil darle la vuelta a la tortilla y ponerle a él en una situación embarazosa.

* * *

Esa misma noche, un lunes, Naiara llegaba de trabajar y hacer unos recados. Resopló dejando la mochila en la silla de la entrada y caminó hasta la cocina dejando las bolsas de tela en la isla. Claro, como buena defensora del medio ambiente, no iba a usar bolsas de plástico. Obvio.

Se detuvo en seco al ver que no estaba sola en el apartamento, Leonardo la esperaba tratando de hacer algo. Sonrió cuando la vio ahí parada.

—¿Qué haces aquí? —preguntó frunciendo el ceño.

—Prepararte la cena ―respondió él antes de volver la vista a la sartén.

—Me lo temía... —dijo en un suspiro, intentando por todos los medios contener una sonrisa.

—Eh, eh, eh... ¿qué quieres decir con eso? —se quejó volviéndose hacia ella, ligeramente molesto. Naiara soltó una risilla y caminó hasta él.

—No es nada personal, pero Mikey ya me advirtió que no tejase entrar en mi cocina —susurró seductoramente antes de darle un beso en la mejilla.

—Vale... —murmuró él soltando la cuchara de madera para dedicarle una mirada de falsa decepción—. Es la última vez que intento cocinar para ti.

—O quemar lo que fuera que estuvieras haciendo —respondió ella ladeando la cabeza. Leo pestañeó y volvió a mirar a la sartén. Efectivamente, estaba echando humo.

—Oh, venga ya... —se quejó intentando salvar la comida y apagando la vitrocerámica. Cogió un trapo para tratar de apartar el humo de la comida—. ¿Lo has visto, no? He apartado la mirada dos segundos.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora