91. Visita

215 19 3
                                    

NATURALMENTE, ARLET NO ESTABA COMO PARA SALIR DEL APARTAMENTO, y tampoco es que fuese a intentarlo porque el sueño era algo intermitente. Poco después de escoger el nombre de Gino, se fue quedando dormida en el sofá, obligando a los presentes a comunicarse entre susurros.

Raphael también empezó a notar la necesidad de acostarse, por lo que Leonardo y Naiara insistieron en que se echase una siesta. Debía aprovechar, en cuanto anocheciese lo más complicado sería mantener al bebé tranquilo e intentar que Michelangelo diese la noche por concluida y se volviese a la guarida.

La tortuga de rojo accedió tomando asiento junto a Arlet, teniendo cuidado de no despertarla. Se sentó lo más cerca que las piernas de la chica le permitieron, pasando el brazo por sus rodillas como apoyo y acomodando la manta sobre su regazo. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.

Leonardo siguió a Naiara hasta su habitación sin poder evitar sonreír, no podía ocultar que le encantaba tener al bebé en brazos.

—¿No te estarás animando, verdad? —preguntó con una sonrisilla mientras cerraba la puerta, pudiendo apreciar en la distancia que Raphael ya había comenzado a roncar. Naiara le miró después de acomodarse en la cama.

—No —respondió con una suave risilla—. Sería un poco precipitado. Es que no sé... no me creo que fuerais así de pequeños —dijo con una gran sonrisa de emoción. Leonardo soltó aire por la nariz suprimiendo una risa y asintió con vergüenza antes de caminar hasta ella para sentarse a su lado.

—¿Incluso después de haber visto el álbum de Splinter? —preguntó tirando con un dedo de la manta para descubrir la carita de Gino, que parecía estar debatiéndose entre permanecer despierto o dormir un rato. El pequeño movió una mano para intentar atrapar el dedo de su tío.

—Creo que lo que más raro se me hace, es que tuvierais los ojos negros. ¿Sabes cuándo se distingue el color?

Mm, no sé, la verdad. Quizás Donnie sepa responder a eso.

—Leo, no puedo —gimoteó Naiara con un puchero al ver al bebé, haciendo que él la mire con confusión—. Es demasiado cuco...

—Aguanta unos años, brujita —se rió la tortuga.

—Estoy más que dispuesta a hacer de canguro mientras tanto, pero no sé si Arlet haría lo mismo por el nuestro —murmuró pensativamente.

—Me encargaré de ello —afirmó Leonardo entrecerrando los ojos de manera cómica, como si estuviera planeando la forma de convencerla—. Entonces... ¿ya estás pensando en el nuestro? —preguntó volviendo a mirar al bebé que no acertaba a rodear su dedo.

—Me encantaría tener una tortuguita igualita a ti, si es lo que estás preguntando —le dijo dedicándole la más encantadora de sus sonrisas—. Aunque... sí que estaría bien que Gino tenga un primo con el que jugar —insinuó ladeando la cabeza.

—Déjate la ropa puesta, anda —se rió Leonardo antes de besar su mejilla.

—Lo sé, lo sé... No es buen momento para formar una familia con todo lo que está pasando.

—Y que llevamos saliendo año y medio.

—¿Tú no sientes que estás con quien deberías? —le preguntó con una sonrisilla de ensueño.

—Desde el momento en que te conocí —susurró inclinando la cabeza para que sus frentes se junten. Claro que, se tuvieron que separar un poco porque alguien empezó a patalear y gimotear incómodo por la proximidad.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora