36. Amanecer

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Naiara estaba tumbada en la hierba, mirando al cielo a través de un claro que se hacía en medio de las copas de los árboles de su alrededor.

Por el momento estaba entretenida viendo cómo las nubes pasaban sobre ella empujadas por la brisa matinal, y cómo el cielo cambiaba de un azul oscuro, pasando por un tono amarillento hasta acabar convirtiéndose en azul claro otra vez.

Sentía que viviendo en la ciudad no había podido apreciar la belleza del cielo como era debido. Simplemente se había limitado a ver por dónde pasaba el sol...

También tenía uno de los auriculares del teléfono puestos a un volumen bajo, escuchando aleatoriamente las canciones de la biblioteca de Spotify. Sólo tenía uno porque quería saber si la estaban llamando o algo. Tampoco quería sentirse vulnerable después de lo de ese monstruo.

Por primera vez desde que estaba en el bosque, podía decir que se sentía en paz.

Llevaba ahí toda la mañana. Cerró los ojos y trató de disfrutar de la suave brisa que en ese momento pasaba a su altura, acariciando su piel.

Unos minutos después, sintió cómo el sonido de unos pasos se aproximaba a ella. Eran lentos, tranquilos, no daban en más mínimo indicio de que debería alarmarse.

Abrió los ojos de nuevo cuando sintió una figura tapándole el poco sol que iluminaba su cara. Sonrió al distinguir la silueta de Leonardo.

―Buenos días... ―murmuró.

―¿Qué haces aquí sola? ―preguntó con una sonrisa, sentándose junto a ella con cuidado de no hacerse daño en la rodilla. Una vez llegó al suelo, soltó la muleta y se tumbó.

―Nunca antes había salido de la ciudad, y ahora que estás despierto creo que por fin puedo disfrutar un poco del entorno.

Leo la miró con curiosidad y una tímida sonrisa mientras ella suspiraba cerrando los ojos. Parecía increíble que en tres meses no hubiera sido capaz de salir al bosque y dejarse llevar por la naturaleza, sólo porque él estaba inconsciente.

―Arlet tiene razón... ―suspiró mirando al cielo. Al sentir cómo Leo giraba la cabeza esperando que se explicase, le devolvió la mirada―. Es más fácil sentirse identificado con una canción que transmite una emoción negativa.

Hizo una pequeña pausa en la que recordaba lo divertida que era Arlet cuando limpiaba la casa con música. Bailando una canción que no era realmente para bailar, sino para escuchar. Aunque con esa observación de la rubia, acababan poniendo alguna canción que ambas podían disfrutar.

Leo frunció el ceño pensando, entonces se fijó en que tenía el teléfono sobre el vientre. Cogió el otro auricular y se lo puso.

―No sabía que te gustase este tipo de música ―dijo él.

―No me gusta mucho porque me parece muy ruidosa. Pero admito que hay canciones que están bien, como las versiones acústicas... Es el móvil de Arlet ―respondió mostrándole el teléfono―. Perdí el mío.

Leo asintió comprensivamente. Agachó levemente la mirada, su vista recayendo inconscientemente en el hombro de Naiara, fijándose en la costura de su camiseta mientras escuchaba detenidamente la letra de la canción.

Se tomó un momento para apreciar mejor la situación. Estaba tumbado en la suave y algo húmeda hierba, contemplando el color del cielo con la chica que le gustaba y, que había descubierto que no había podido respirar tranquila hasta que por fin se despertó.

Volvió a mirar al cielo y no pudo contener una pequeña sonrisa.

Palpando suavemente en el suelo, con los brazos a ambos lados de su cuerpo, pudo sentir el dedo meñique de Naiara haciendo lo mismo que él. Disimuladamente, echó un vistazo a sus manos, rozándose. Recordó esa extraña pero cercana sensación que sintió cuando sus manos se rozaron la vez que fue a tomar el frasco de mutágeno. Cuando se conocieron...

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora