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89. Esfuerzo

ARLET SE ACABÓ CANSANDO DE QUE TODO EL MUNDO ESTUVIESE PENDIENTE DE LAS FECHAS, por lo que convenció a Raphael de que la sacase de la guarida. En fin, ya se fue sola una vez, Raphael no le iba a permitir escabullirse una segunda, estaba bastante más atento.

Aprovecharon para ir a la casa del bosque e intentar montar algunos muebles que habían comprado hace un tiempo; seguían en el garaje sin haberlos sacado de la caja. Aunque hubo un momento en el que Arlet empezó a quejarse de la espalda, por lo que Raphael insistió en que se mantuviese a un lado.

Arlet miraba por el ventanal del salón cómo había empezado a nevar. Resultaba un poco extraño estar en una casa que sólo ella y su prometido conocían y, esperando un bebé. Ladeó la cabeza acariciándose el vientre, ahora cubierto de nuevo por la sudadera porque, ya no hacía tiempo de vestido.

Raphael resopló dando por finalizada la mesa de café, dejando sobre ella el destornillador y levantándose para admirar cómo el salón quedaba acabado. O al menos desde un ángulo, no fuera malo pensar en una televisión ya, para saber el tamaño del mueble sobre el que reposaría.

Sonrió con orgullo colocando las manos en la cintura.

—¿Qué opinas, nena? —preguntó girando la cabeza para ver su reacción, pero en su lugar se mantuvo quieta. Seguía hipnotizada por el panorama de su jardín—. ¿En qué piensas? —quiso saber acercándose a ella, poniendo las manos en sus brazos para sujetarla y unirse a ver lo que fuera que la tenía tan centrada.

Todo y nada en concreto —murmuró ella ladeando la cabeza para reposarla en la sien de Raphael—. ¿No es raro?

—¿El qué?

—Nos estoy imaginando jugando ahí con el perro, Chompy y el bebé —respondió señalando el patio con el mentón—. Pero el bebé está borroso —añadió frunciendo el ceño, como si se esforzase por distinguir la figura que realmente no estaba frente a ella.

Raphael tragó saliva al escuchar a su prometida. Sí que era raro, sí. Por otro lado, la imagen que se le había descrito no le desagradaba en absoluto, casi tenía ganas de que se hiciera realidad. Aunque fuera por que Arlet se quitase un peso de encima, literalmente.

Ella frunció el ceño y siseó con incomodidad llevándose una mano a los riñones.

—Oye, ¿y si nos vamos ya? —preguntó él sabiendo que la estaba costando no derramar lágrimas de dolor.

—¿Podemos quedarnos en el apartamento? No quiero que Mikey me esté persiguiendo, preguntando si son contracciones —pidió rodando la vista.

—Me parece bien —asintió él.

La verdad es que Michelangelo estaba resultando un poco pesado últimamente, sobre todo cuando Naiara y Kimani dedicaron un fin de semana para ellas en el apartamento. En fin, sólo chicas, para tratar de reconfortar un poco a Arlet, pero aun así, Michelangelo se sumó a la fiesta la última noche.

Deberíamos repetir, dijo.

Y lo más probable es que repitan, pero siendo sólo chicas de verdad. Ya encontrarían la manera de que Michelangelo no se enterase, o que lo intente respetar.

* * *

Arlet no pasó muy buena noche. Y bastaba con el hecho de que consiguió despertar a Raphael sólo con rodar un poco por la cama. Esta tortuga era muy difícil de despertar en mitad de la noche, debía de ser una llamada de socorro a grito pelado para que la oyese, pero no, sólo era Arlet intentando buscar una postura que no le destrozase la espalda y con la que el bebé estuviese cómodo y no patease.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora