96 + 97

236 19 23
                                    

LAETICIA NO PODRÍA ENCARGARSE DE TRES CACHORROS SOLA, al menos no sin volverse loca. Por eso le pidió ayuda a Arlet, y no sólo por aquel día en el que nacieron.

Arlet estuvo contándole cómo fue su experiencia de madre primeriza y la información que su amiga la estudiante de enfermería le proporcionó —mucho más fiable que cualquier blog de super-mamá—, pero como todo, aquel día llegaba a su fin.

En el momento en el que acostaron a los cachorros en un montón de suaves mantas en el suelo, porque llegaron a la conclusión de que las almohadas y cojines no eran una barrera suficientemente segura, Arlet se puso su abrigo para irse a casa.

—Bueno. Se hace tarde —murmuró echando un vistazo a su teléfono para comprobar si Raphael había intentado contactar con ella. Tenía un mensaje, pero nada más.

—Espera, Arlet —la llamó Laeticia, saliendo tras ella de la habitación. La joven se detuvo mirando con expectación a su maestra, que aún parecía bastante cansada como andar persiguiendo a nadie—. Crees que... ¿crees que podrías ayudarme con esto? —preguntó esperanzada.

Emm... No sé, yo... —dudó.

—Ya, ya sé que a lo mejor resulta... inapropiado, dadas las circunstancias, pero... por favor, no sé a quién llamar. No es que pueda comprar un cochecito y salir con ellos a hacer la compra tan ricamente. Por favor... —suplicó juntando las manos.

Arlet se la quedó mirando un instante. Le estaba resultando difícil responder, pero es que era cierto.

Laeticia no era para nada mala persona, fue su profesora favorita. Todo el mundo sabe lo complicado que es establecer una buena relación con cualquiera de los carceleros del instituto como para saludarlos tan alegremente cuando los ven en el mundo exterior.

Pensó en su hijo. Ya le dolía no poder sacarle a que le dé el aire más que cuando había ido un par de veces al bosque. Resultaba inhumano, pero por lo menos podía decir que tenía una familia que la ayudaba en sus cuidados.

Estos cachorros no podrían salir del apartamento en mucho tiempo. Menos aún tratándose de tres y de su madre soltera.

Se estaba esforzando por ignorar que se trataban de los hijos de Tiger Claw. No lo hacía por él, ni de broma. Lo hacía por ella. Aunque... también es cierto que esos cachorros no tenían la culpa de nada. Y su padre tampoco debe de saber que existen, así que...

Asintió tragando saliva.

—Oh, Dios mío. Gracias —suspiró Laeticia sin poder evitar abrazar a la joven—. Te lo pagaré —añadió esperando que Arlet no pensase que se aprovechaba de haber intentado darle lástima.

—Se lo agradezco, la verdad —asintió Arlet—. No me dejaron volver a la tienda después de... bueno. Y... ¿necesita algo antes de que me vaya? ¿O alguna cosa que le pueda traer mañana por la mañana?

—Traté de hacer la compra esta tarde pero, se me torció y lo tuve que dejar todo en la caja. ¿Por qué?

—No, nada. Es que mañana esperaba pasarlo con mi novio. Hace tres años que empezamos a salir —explicó con una pequeña sonrisa.

—Ah, claro. Pues si no te importa que te pase una lista —insinuó encogiéndose de hombros con incomodidad.

—Para nada —le sonrió Arlet—. ¿A qué hora le parece que se lo traiga?

—Como prefieras. Ya me ha quedado claro que esta noche no parece que vaya a dormir demasiado, así que... —suspiró.

—Muy bien. Pásemela en cuanto pueda. Hasta mañana —se despidió pasando a su lado.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora