63. Frío

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Donatello corría todo cuanto podía para llegar al callejón en el que había dejado aparcado el Party Bus. No podía sentirse más culpable por lo que le había pasado a Kimani; si tan sólo hubiera llamado a sus hermanos para decirles lo que quería hacer —aunque no quisiera su ayuda—.

Cuando se sentó al volante, lo primero que hizo antes de arrancar el motor fue localizar el teléfono de Kim esperando que los secuestradores no lo hubieran tirado. Cuando lo consiguió vio que estaba en movimiento, por lo que podría seguirles la pista. Podrían o no llevarla a las instalaciones, era algo de lo que debía estar seguro, de ahí la localización.

Con un rápido giro de la llave en el contacto, encendió el motor y salió del callejón.

Kimani iba recuperando el conocimiento rápidamente, pero eso no significaba que pudiera ver algo. Cuando empezaba a ser vagamente consciente de lo que estaba pasando y dónde se encontraba, se dio cuenta de que alguien la tenía tomada por las manos y se las estaba atando; por no mencionar que tenía la cabeza metida en un saco. No tuvo que esperar mucho más para verse forzada a mantenerse de pie y defender su equilibrio entre los empujones que le estaban dando.

Cuando por fin pudo ver algo, se vio empujada sobre una silla y un foco se encendió incidiendo directamente sobre su cara. No podía ver a quienes se ocultaban tras esa potente luz, pero por la textura de las paredes y las baldosas del suelo, sabía dónde estaba. Este maldito edificio otra vez...

—¿Para quién trabajas —preguntó uno de los hombres con una voz ronca y amenazante. Emm, hola, ¿Batman?

—Para nadie —respondió ella sin poder evitar temblar. Los hombres, lejos de verse satisfechos con una respuesta que ni Kimani se creía, prepararon los tásers de nuevo y dieron comienzo a una incesante sesión de interrogatorio.

* * *

Donatello llegó junto al edificio.

Esperaba por fin deshacerse de esas armas, por lo que cogió de la parte trasera del Party Bus su maletín, maletín que había llenado de explosivos. Tomó las debidas precauciones esperando poder encontrar las cámaras de las que Kim le estuvo informando esa mañana y evitar así ser visto.

Kimani estaba sudando y jadeando como nunca antes. Temblaba suplicando para sí que esa tortura se acabase de una vez y, justo en ese momento uno de los hombres se fijó en uno de los muchos monitores que había detrás de ellos.

—Eh, parece que alguien ha venido a buscar a su cómplice —señaló habiéndose fijado en la furgoneta que había aparcada en la entrada. El que se estaba asegurando de darle a su rehén su dosis de electricidad se alejó de ella permitiéndole un suspiro de alivio.

Esos dos hombres intercambiaron unas palabras hasta que se fijaron en que en el asiento del piloto no había nadie, por lo que decidieron salir esos dos en busca del anónimo. El tercer hombre permaneció de pie junto a la chica en lo que sus compañeros lo localizaban.

Un rato después, el hombre que estaba con Kimani se impacientaba, así que volvió a fijarse en los monitores. A lo mejor así podría ayudar a sus compañeros a encontrar a esa otra persona. Kim aprovechó la oportunidad para echar un vistazo también y, localizó a Donatello en un pasillo al que creyó verse capaz de llegar. Una suerte que parecía ser la primera misión del que le tocó atarla a la silla, esos nudos estaban flojos.

Esperó hasta verle lo suficientemente sumergido en las pantallas para poder escabullirse.

Claro, no contaba con el entumecimiento de sus articulaciones cuando se levantó. Se acercó a la puerta torpemente y echó a correr esperando no tropezarse. El hombre se volvió rápidamente al escuchar los pasos de la chica alejándose por el pasillo.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora