99. La Celestina

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JESSICA APENAS HABÍA PODIDO DORMIR DESPUÉS DE LO OCURRIDO LA NOCHE ANTERIOR, y no era precisamente porque le fuera imposible apoyar la mejilla izquierda en la almohada.

En ese momento estaba tocando el piano del vestíbulo, como solía hacer los fines de semana. Así creaba un ambiente cuanto más apetecible para los nuevos huéspedes que llegaban al hotel. Ni que decir tiene que Jessica tenía el suficiente talento como para que su padre le hubiese pedido hacer tal cosa, podría haber contratado a un pianista con más experiencia.

A Jessica no le pasaba desapercibido que algún cliente la miraba con una sonrisa, embaucados por la bonita chica que tocaba esas bellas melodías. Claro que, ese día en concreto, la pobre pianista tenía los ojos y la punta de la nariz ligeramente enrojecidos.

Sobre el piano también había una gran copa de cristal que, no le puso realmente su padre, sino uno de los agentes de seguridad que evitaban que se formasen alborotos o que entrase cierta gente al hotel. En fin, el Señor Lavoie nunca consentiría que un solo vagabundo pusiese un pie ni en la puerta giratoria.

Al fin y al cabo, Jessica pasaba en el vestíbulo tocando el piano más tiempo del que quisiera admitir, no era de extrañar que acabase relacionándose con el resto del personal. Fue un detalle que este agente pensase que la pianista tuviese derecho también a algunas propinas, y vaya si esa copa se llenaba al final del día.

Curiosamente, ese agente se llamaba Charles, y Charlotte no tenía ningún problema en saludarle con una sonrisilla irónica cada vez que se cruzaba con él.

—Buenos días, Charlie.

—Buenos días, Charlie —repetía él con la misma sonrisilla.

Jessica apenas volvió la cabeza un instante al escuchar los saludos. Quería ir corriendo hasta su amiga y preguntarle por el estado de Casey una y mil veces más, como si no la hubiera llamado la noche anterior.

En su lugar carraspeó con disimulo y se volvió a centrar en la partitura que ya casi podía tocar de memoria. Sólo porque su padre se encontraba detrás del mostrador dándole ciertas instrucciones al personal que ahí se encontraba. Seguramente a punto de imprimir una fotografía de Casey para ponerlo en un tablón que aún no tenían bautizado como «prohibido el alojamiento».

Jessica empezaba a sentir cómo sus muñecas empezaban a doler y la manera en la que sus dedos parecían adormecerse, incapaces de ejecutar un movimiento tan natural y sencillo como flexionarse sobre la techa que debían rozar con delicadeza. Es posible que hubiera tocado una con mayor fuerza de la deseada.

Charlotte se acercó a ella como si nada, esta vez llevando la funda de su violín para poder acompañarla. Le dio un par de toques en el hombro para que pudiese hacerle sitio y permitirla tocar también.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó en un susurro, zigzagueando con la mirada entre su amiga y su padre.

—Tocar contigo —murmuró ella tomando el instrumento y, analizando detenidamente la partitura antes de sumarse a su amiga. Era una pieza que Jessica solía repetir bastante tratándose del vestíbulo, y tampoco era la primera vez que Charlotte pasaba el rato con ella.

—Charlie, no me tortures, por favor.

—¿Quién ha dicho nada de tortura? Jessie, por Dios —se sorprendió ella bajando la voz—. Ya te dije anoche que Casey está bien. Y he venido porque tengo una cita, pero no me esperaba que tu padre estuviera aquí —bufó rodando la vista.

—Ya... No resultaría muy cómodo que te vea entrar con Emma, ¿verdad? —murmuró Jessica agachando la vista. Estaba claro que no dejaba de pensar en Casey y, casi le daba rabia que Charlotte estuviera actuando como si lo de anoche no hubiese ocurrido.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora