132. Bozal

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PARECÍA COMO SI LA MAFIA ESTUVIESE RECIBIENDO UN CARGAMENTO EXCLUSIVO.

Las tortugas estaban en uno de los hangares más alejados del aeropuerto, esperando para ver qué era lo que April y Matthew habían descubierto además del mutágeno. También estaban con ellos Alfil ―por supuesto―, Slash y Leatherhead.

Tan pronto como el jet privado que Karai se había encargado de conseguir para ellos, se aproximó al hangar. Los mutantes se pusieron en situación. No les habían dicho exactamente lo que esperar, pero de alguna manera, se podían hacer una idea.

―Hola, chicos ―saludó April con una sonrisa al ver quiénes habían acudido a recibirla.

Matthew salió tras ella con su mochila sobre el hombro derecho, tratando de disimular su sorpresa. Ya le había dicho qué aspecto tenían, pero quizá debió mencionar a la tortuga y caimán gigantes.

April se acercó a los chicos y, tras presentarles oficialmente a Matthew, les dio un fuerte abrazo.

―¿Cómo ha ido todo? ―preguntó Leonardo después de responder al abrazo de la pelirroja.

―Tranquilo, ha sido un viaje largo y aburrido. Sólo pasamos miedo durante un rato, fue cuando llamé a Karai. Y tuve que darle algunas explicaciones a Matthew ―murmuró dirigiéndose a Alfil con una expresión de incomodidad.

El androide hizo un gesto similar a un suspiro de resignación. La verdad es que era increíble el detalle que los Kraang y los Utrom habían puesto en esos robots, era casi imposible distinguirlos de un humano. Claro que, lo de ver por ahí sextillizos idénticos, daba mucho el cante.

Al momento, ese último grupo de cinco ninja bajaron del avión, dispuestos a encargarse de la mercancía, concretamente la que respiraba. Las tortugas se miraron entre ellas frunciendo el ceño al ver que uno de ellos se dirigía al montacargas y otros dos sostenían palos con agujas en uno de los extremos.

Michelangelo ladeó la cabeza cuando vio la enorme caja que dejaron delante de ellos. Naturalmente, quiso acercarse para ver de qué se trataba, aprovechando que los demás se interesaban por saber todo lo que había ocurrido en Australia.

Puede que, si hubiese estado atento, no se hubiera llevado el susto que se llevó.

Al principio apenas podía distinguir nada cuando miró a través de uno de los agujeros que permitían respirar a la criatura, pero poco a poco parecía que sus ojos se ajustaban a la falta de luz de la caja.

No tardó en distinguir un patrón de rayas negras sobre otras que podrían ser blancas o grisáceas, pero precisamente por eso, pudo saber que se movió un poco para mirarle. Le dio escalofríos, pero no se apartó hasta que notó cómo esa extraña criatura se giró a una velocidad de vértigo y lanzó un manotazo sobre el agujero con un rugido.

El menor de los hermanos no pudo evitar soltar un grito y caer al suelo alarmado.

Leatherhead se acercó a su tortuga favorita tendiéndole una mano. Michelangelo no pudo sonreír por el detalle porque seguía asustado, con el corazón acelerado. Miró la caja aún jadeando y aceptó la mano que el caimán le ofrecía.

―¿Qué es eso? ―se cuestionó el menor de los hermanos, llevándose una mano al pecho para ver si conseguía tranquilizarse. Claro que, esa enorme garra que salía por el agujero en el que estaba antes su ojo, no le consolaba demasiado.

Uno de los ninja introdujo un palo en cuyo extremo había una jeringa con más tranquilizante. El reptil siseó y soltó un rugido de queja, moviéndose de nuevo, pero enseguida se adormeció otra vez.

―Es un varano mutante, Mikey ―respondió April ladeando la cabeza hacia Matthew, quien estaba ahora a su lado―. Acabo de decirlo.

―Todo hubiera sido mucho más fácil si no nos hubiera atacado y obligado a quedar encerrados en el almacén ―asintió él, recordando la angustia de su claustrofobia.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora