57. Amenazas

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Kimani estaba sentada en las escaleras de la entrada de su edificio. Al parecer sus padres habían aprovechado una noche para salir a cenar juntos, y ese año no habían celebrado su aniversario, así que... Sí.

Enzi no era un problema. Ninguno de los hermanos prestaban especial atención a lo que fuera que hiciese el otro. Si acaso, para molestar. Kim no recibió ningún comentario cuando salió por la puerta, es más, probablemente, Enzi ni se hubiera enterado. Ni siquiera cuando entró en el despacho de sus padres.

Kimani estaba con el teléfono pasando el rato, pero trataba de mostrarse atenta a todos los vehículos que pasaban por la calle. ¿Cuán distinto puede ser el de Donnie como para reconocerlo al instante? Pasó algún coche más o menos distintivo, pero pensándolo mejor, era dudoso que una tortuga mutante tuviese un Porsche.

Aburrida porque por esas calles no pasaban demasiados vehículos, pensando que Donnie no aparecería, decidió intentar llamarle.

Tan pronto como se puso el teléfono en la oreja, un enorme vehículo dobló la esquina. Kimani se lo quedó mirando anonadada, con la boca entreabierta, pensando: «Vale, sí que era fácil de reconocer».

El grafiteado vehículo se detuvo frente a ella y abrió la puerta automáticamente. La chica aún tenía el teléfono en la cara; la persona —tortuga— al otro lado de la línea, descolgó:

—¿Subes?

Kim pestañeó saliendo de su asombro y colgó la llamada para guardar el móvil en el bolsillo del pantalón. Tomó la carpeta que había bajado consigo asegurándose de que no perdía nada y se levantó para entrar en... ¿un vagón de metro?

La chica miró a su alrededor, parecía una película de ciencia ficción. Era casi como una nave espacial retro. Hasta que estableció contacto visual con Donatello, que se encontraba en el asiento del piloto vuelto hacia ella.

—¿Lo has traído? —preguntó. Ella, sin encontrar las palabras, alzó su carpeta, pero se vio en la disposición de sonreír. Donnie le devolvió la sonrisa e indicó con un gesto de su mano que tomase asiento antes de iniciar la marcha.

Kimani se había sentado en el sitio de Mikey, era el que más confianza le daba ya que no tenía cerca ningún botón que podría pulsar accidentalmente. No, no le había pasado desapercibido el cañón que tenía incorporado en el techo. A ver si iba a disparar algo.

Donatello la llevó a una zona apartada próxima a los muelles, donde empezaban las infraestructuras navales y destinadas para fines similares. Una vez estacionó, se quitó el cinturón de seguridad y fue a la parte trasera del Shellraiser. Giró el asiento de Raph y se sentó ahí, ya que quedaba más cerca de ella.

Kimani le miró esperando que dijese algo, pero se dio cuenta de que era ella la que había accedido a ayudar y... la que le echó de casa el día anterior.

—Hola —murmuró tímidamente, con una pequeña sonrisa.

—Hola —respondió él suprimiendo una risa nerviosa. Se rascó la nuca, pensando que a lo mejor era demasiado directo pedirle la información que había recopilado.

—Emm... ¿todo esto es obra tuya? —preguntó mirando a su alrededor de nuevo, esta vez más discreta. No necesitaba que Donatello respondiese, bastaba con ver cómo le brillaban los ojos. O puede que fuera por las luces, resaltaban su bandana—. Es increíble —concluyó.

—Gracias —murmuró él sonrojado.

—A ver —suspiró Kim abriendo la carpeta—. He hecho fotocopias de los documentos de mis padres. Creo que esto es lo más importante, pero me daba miedo que notasen algo fuera de su sitio —le informó extendiéndole un primer taco de folios unidos por un folio azul doblado por la mitad.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora