61. ¿Perdona?

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Era realmente frustrante.

Donatello se había pasado noches en vela tratando de averiguar algo acerca de las instalaciones en las que se encontraban las armas de los Triceraton, pero no podía encontrar nada. Es más, no debían ni de existir.

¿Sabría Alfil algo de esto? Se supone que él y los Utrom habían asumido la responsabilidad de los acercamientos y presencias alienígenas en la Tierra. De tener alguien las armas, como mínimo deberían haberles pedido permiso. Como mínimo.

Cierto es que desde un principio Donnie pudo pensar que el padre de Kimani estaba trabajando para ellos aunque no lo supiese, como los humanos que estuvieron trabajando en el TCRI. Pero ni siquiera las instalaciones de los Utrom estaban ocultas a la humanidad, trabajaban con humanos. Con el ejército.

Ahora estaba claro, esas instalaciones formaban parte de una investigación encubierta.

Malditos humanos, ¿por qué tienen que tomar posesión de todo? Especialmente de las armas. ¿Qué necesidad? Lo único que hacían era ponerse en peligro por querer llevar la delantera a sus países rivales con respecto al armamento. No les importaba si le costaba la vida a los que estuvieran investigándolo...

Dada igual, lo único que importaba era que quien fuera que estuviese detrás de todo eso, había que pararle los pies.

Puede ser que estuviese demasiado tiempo encerrado —picado—, por no ser capaz de haber conseguido la información que buscaba. Tanto que no se dio cuenta de que incluso en los patrullajes rutinarios estaba con la cara escondida tras su T-phone; incluso se acabó tropezando por una azotea porque la luz que emanaba de la pantalla no le permitía ver por dónde pisaba.

No llegó a caer al suelo, sino que las escaleras de incendios frenaron su caída; pero fue suficiente para que sus hermanos se volvieran hacia él dándose una palmada en la frente y rezando porque ningún humano mirase hacia arriba. Afortunadamente, Donatello se incorporó a toda prisa y pretendió que no había pasado nada. Guardó el teléfono en su cinturón y trató de dejarlo al margen hasta que volviesen a la guarida.

Menos mal que era un simple patrullaje y que el Pie no había vuelto a las andadas aún, pero no por no estar en una misión debía olvidarse de que no podía dejar que los humanos viesen a un mutante saltando por encima de sus cabezas. La vida son prioridades.

Aunque visto por otro lado... A lo mejor si le capturaban unos científicos chiflados le llevaban a esas instalaciones super secretas que le estaba costando tanto encontrar. Sí, era un plan absurdo. Es decir, no serviría de nada. ¿Cómo iba a impedir que trabajen con esas armas si estaba siendo diseccionado en una mesa?

Planeando su hipotética muerte al margen...

Leonardo, Raphael y Michelangelo empezaban a sospechar por la extraña forma en la que actuaba Donatello. Bueno, a lo mejor Mikey en un principio no, pero trató de fijarse cuando sus hermanos se lo mencionaron por lo bajo.

Parecía que estaba no sólo distraído, sino preparándose para algo. Llevaba un par de semanas encerrado en su laboratorio con la cabeza escondida tras la pantalla de su ordenador, como si estuviera haciendo algo de suma importancia.

De todas formas, a los chicos les daba apuro estar equivocados —pese a que los tres estaban pensando lo mismo—, así que una tarde en la que las chicas llegaron, las tomaron del brazo y preguntaron qué les parecía a ellas.

Arlet ladeó la cabeza disimuladamente mientras fruncía el ceño, intentando ver más allá de la puerta entreabierta del laboratorio. Estaba demasiado lejos además de que no podría ver a Donnie en su escritorio desde ese ángulo. Naiara en cambio, se encaminó directamente hacia la puerta para poder asomarse con disimulo. Arlet la siguió.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora