64. Incomodidad y disimulo

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Donatello se despertó en el dojo. Su padre se había asegurado de mantenerle cubierto con una suave manta y colocó una pequeña estufa portátil junto a él para restablecer su temperatura corporal progresivamente. En realidad, se había despertado porque su cuerpo había adquirido mayor temperatura de la necesaria. Puede que sólo se hubiese despertado para apagarla.

Al darse cuenta con quien estaba, se incorporó con lentitud y la cabeza gacha. Apagó la estufa con incomodidad y se quitó la manta con demora. Era perfectamente consciente de lo que había hecho y, pese a que todo salió bien, su decisión de trabajar en solitario podría haber resultado fatal.

Un momento, todo salió bien, ¿no?

Se agitó. Irguiéndose y quitándose la manta que aún permanecía sobre sus piernas de encima, Splinter le detuvo poniendo las manos en sus hombros.

—¿Dónde está Kim? ¿Está bien? —preguntó alterado, al borde del pánico.

—Lo está. Tus hermanos se encargaron de ponerla a salvo. ¿Tú estás bien?

—Sí, Sensei —respondió con un nudo en la garganta—. Lo siento —admitió apartando la mirada. Splinter no dijo nada, simplemente se enderezó quedando arrodillado con la espalda perfectamente recta, como había estado ya horas—. Tenía que habérselo dicho, ¿verdad?

—Si hasta tú has llegado a esa conclusión, es posible que hubiera sido lo mejor. Desde un principio.

—Ya... —suspiró. Donatello se levantó asegurándose de que era capaz de mantener el equilibrio y recibiendo una pequeña ayuda de la rata, que le proporcionaba apoyo con una mano—. Debería hablar con ellos —murmuró encaminándose a la salida del dojo.

Al encontrarse en el salón, vio a sus hermanos al parecer habiéndoles contado lo ocurrido a las chicas, se quedó quieto analizando la situación. Quería deducir por su lenguaje corporal o lo que alcanzaba a ver de sus caras para saber si estaban enfadados por lo que ocurrió esa noche.

Raphael y Arlet parecían bastante desinteresados en el tema, aunque seguramente fuera porque ahora tocaban las quejas de Leonardo acerca de la inconsciencia que su hermano demostró tener. La tortuga de rojo estaba recostada en el sofá con la cabeza echada hacia atrás y una de sus revistas en la cara, mientras con un brazo rodeaba a su novia, que estaba recostada contra él dándole la espalda y rodeando el brazo del mutante con los suyos.

Leonardo estaba sentado justo enfrente de ellos enfurruñado, con Naiara a su lado con las piernas recogidas y los brazos cruzados sobre el hombro de él. Michelangelo estaba tumbado boca abajo delante de ellos sobre el puf, escuchando, hasta que se dio cuenta de que Donnie estaba ahí.

Corrió hasta él para darle un fuerte abrazo, llamando la atención de los demás —la de Raph y Arlet, vagamente—.

—¡Donnie! ¡Estás bien! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estabas ahí encerrado? ¿Y quién era esa chica? —preguntaba sin parar.

Donatello tragó saliva con incomodidad y fue alejando a su hermano lentamente tomándole por los brazos. La verdad, había ido hasta ellos para explicarles lo que había pasado y lo que había estado planeando desde hace ya unos meses, pero se quedó en blanco.

—Está bien, Donnie —dijo Leo palpando el lugar junto a él, invitándole a sentarse. El de morado suspiró medianamente complacido por la falta de miradas acusadoras y accedió a tomar asiento.

—¿Qué es de Kim? —suspiró.

—Llamamos a Casey para que la llevase al hospital —respondió Raphael apartando su revista de la cara, para poder incluirse en la conversación. Se irguió perezosamente haciendo que Arlet reaccionase también, por la cara que tenía, parecía que se estaba quedando dormida.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora