123. Noche de chicas

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APRIL SE DIRIGÍA A LA OFICINA, RESOPLANDO. Le resultaba de lo más frustrante que únicamente se dirigiesen a ella para pedirle un café o que se encargase del papeleo que nadie quería hacer. Claro, una vez alguien le pedía algo, otros se sumaban a las peticiones.

Casi hasta se arrepentía de haber escogido la carrera de periodismo, pero le daba rabia que la tratasen así en el que se supone que sería el trabajo de sus sueños.

En fin... por ahora sólo podía forzar una sonrisa y ser la chica obediente que esperaban que fuese. Luego ya encontraría la manera de dejarles con la boca abierta e ir trepando puestos hasta obtener uno decente.

Un día estaba sentada en el pequeño escritorio que le habían asignado, junto a más becarios o investigadores, los únicos con los que podía mantener una conversación y sentir que se la trataba como a una igual. De hecho, ya tenía una confidente en la oficina, aunque, a veces prefería callarse algunas cosillas, por si acaso. La cuestión es que los becarios no tenían ni idea de por qué los demás parecían tan emocionados.

―¿Qué pasa hoy? ―se cuestionó haciendo bailar el portaminas de su mano derecha, viendo la de gente que había en la zona de descanso.

―Vuelve un cámara ―suspiró una de las investigadoras que se sentaba cerca―. Le habían destinado a Australia una temporada por su carácter intrépido. Pero su contrató allí se ha acabado ―explicó con una sonrisa ladeada.

―¿Y es para tanto? ―preguntó Taylor, la nueva amiga de April, que se sentaba enfrente de la pelirroja.

Taylor tenía el pelo rubio con las raíces algo más oscuras. Sus ojos eran además de un azul tan claro que casi se acercaban más al gris, pero los perfilaba bastante bien con un disimulado maquillaje de tonos no muy distantes a su piel.

Aparte iba siempre muy arreglada. Llevaba un vestido corto, negro con estampado de florecillas y arropándolo, una fina chaqueta de punto rosa claro. Luego tenía unas medias con las que sus piernas adquirían dos tonos más de bronceado y unas zapatillas blancas.

―¿No ves a ese grupo de colegialas? ―sugirió la investigadora señalando al grupo que había cerca del ascensor, arqueando una ceja―. Interprétalo como quieras ―dijo soltando una risilla antes de volver al trabajo.

April y Taylor observaron el comportamiento de algunas de las reporteras. Sí que parecían niñas embelesadas, entusiasmadas por volver a ver al cámara ese. Compartieron una mirada de poca sorpresa y volvieron a su trabajo también.

Cerca de una hora después, el director de la cadena apareció con un hombre de unos treinta años. Tenía es pelo castaño suyo totalmente enmarañado y aun así recogido en un moño ―era lo suficientemente larga como para ello―, por no mencionar que su barba estaba bastante descuidada.

Vestía una camisa azul marino con unos estampados blancos que no sabría describir, una cazadora vaquera de color amarillo mostaza, unos vaqueros y unas zapatillas blancas. Además, llevaba unas gafas de pasta colgadas del cuello de la camisa y un reloj de aguja asomaba bajo su manga derecha.

April soltó un bufido. No podía entender cómo las reporteras estaban tan apegadas a la imagen de ese tío que, efectivamente, el director presentó como el cámara que regresaba de Australia. Matthew Harris.

La pelirroja no prestó mucha atención, después de todo tenía trabajo que hacer y se había empeñado en impresionar a la gente de la oficina. Tenía todas las cualidades para ser una buena reportera, y quería cerrarles la boca a algunos compañeros.

Apenas cruzó palabra con él durante un par de semanas, pero también es cierto que notaba que no se sentía muy a gusto estando de vuelta en Nueva York. Eso podía entenderlo.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora