151. Algo de envidia

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FRANCIA ERA UN DESTINO TURÍSTICO PRECIOSO, AUNQUE SERÍA LO IDEAL QUE EL TIEMPO ACOMPAÑASE.

Tras unos meses de tremendas vacaciones, Shinigami caminaba despreocupada por las calles de París después de haber llovido, como buen y frío febrero. Siempre le había encantado aprovechar cualquier viajecito para parar en Francia, le encantaba —y por eso sabía el idioma perfectamente. El arte, la arquitectura, la comida, la moda...

Todas muy buenas razones para tratar de distraerse y dejar de pensar en que sus amigos tenían demasiadas responsabilidades como para salir a divertirse con ella.

Por alguna razón, tan pronto como su avión aterrizó, sintió la necesidad de irse de compras. Shinigami siempre había sido una fiel seguidora de la moda, la cosmética y los eventos relacionados, claro que, no lo valoraba igual si se salía de su gama cromática de negros, morados y dorados.

A lo mejor fue por querer buscar otra manera con la que entretenerse y dejar de pensar en la aburrida vida de padres de su entorno, pero le acabó dando un buen repaso a su armario. También era verdad que llevaba demasiado tiempo con su cómodo atuendo de cuero; era divino, cierto, pero se había dado cuenta de que siempre llevaba lo mismo al no dejar de trabajar.

Hasta quiso probar algo nuevo con su pelo.

Un cambio un poco cantoso para alguien que iba siempre de negro, pero lo cierto es que le gustaba. Odió con toda su alma tener que verse con el pelo decolorado durante veinticuatro horas, pero no iba a pasarse todo el día en la peluquería, ¿no? Simplemente se lo cortó un poco, dio algo de volumen y tiñó —aunque no las raíces— de un tono entre gris y lavanda.

En cuanto a la ropa, no se arriesgó tanto. Unos vaqueros de jaspeado negro y gris, unos botines de cuero sintético y tacón ancho y... una bonita capa de puntas desiguales y color berenjena como abrigo. Igualmente llevaba una camiseta negra de manga larga debajo, en caso de tener que quitárselo.

La cuestión es que Shinigami había querido salir a dar una vuelta después de haber dado por concluida la decoración de su apartamento en el centro de la ciudad. Ya que acababa tan a menudo en París, sintió que necesitaba un pisito, por no malgastar el dinero en un lujoso hotel, y porque no podía evitar irse a los más lujosos y estrafalarios.

Una pena que fuese un día tan sumamente asqueroso, ya no porque hubiera llovido y seguramente lo volviese a hacer antes de que llegase a casa, sino porque era San Valentín.

Shinigami se cansó enseguida de tener que ver un montón de establecimientos con propaganda de esa festividad tan estúpidamente pastelosa. Llegó un punto en el que pensó que acabaría por lanzarse al río si continuaba viendo tanto rojo y rosa, así que se alejó del centro.

Caminó admirando las fachadas grises, a juego con ese cielo nublado, pero tenía que admitir que el verde de los árboles del parque junto al que pasaba, le daba un toque realmente bonito. Estuvo mirando de un lado a otro con las manos tras la espalda, hasta que un movimiento llamó su atención.

Frunció una ceja al haber creído reconocerlo y, no pudo sorprenderse al ver que se trataba de su gato. Caminaba a su lado con paso firme y elegancia, en lo alto de la reja que delimitaba el parque. Shinigami sonrió negando con la cabeza.

—Has tardado en encontrarme —dijo asintiendo para sí.

Naturalmente que el gato no iba a contestarle, pero parte de la conexión de una bruja con su familiar consistía en entenderse. Era algo casi telepático. Con un vistazo a los luminosos ojos dorados del felino, Shinigami era capaz de interpretar la conversación como si sólo ella pudiera escuchar su voz.

Algunos la tomaban por loca al verla, pero ese era su problema.

El gato de Shinigami —Grimalkin— era bastante independiente y, casi se le podría considerar también inmortal. No es que su cuerpo no envejeciese, lo hacía, pero siempre se reencarnaba en otro gato negro de ojos dorados que acabaría topándose en el camino de la bruja. Era algo que no todos los familiares podían hacer, y menos aún cambiar de cuerpo a voluntad, algo a lo que este minino había recurrido para encontrar a su humana en Francia.

Grimalkin descendió de la reja una vez acabó en la pared de un edificio, quedando sentado en el banco que había ahí. Miró a Shinigami de reojo y ladeó la cabeza.

—No me mires así, no soy ninguna niña —resopló ella rodando la vista—. Es sólo que me molesta que mis amigos tengan los suyos y yo sólo te tenga a ti —dijo señalándole con la mano.

Shinigami se cruzó de brazos apartando la mirada, pero lo cierto es que llevaba un buen rato caminando, así que se sentó junto a su gato. Continuaba enfurruñada puesto a que Grimalkin venía a ser su propio "Pepito Grillo", la voz de la razón y su conciencia, a veces hasta le daba la impresión de que se empeñaba en actuar como su padre.

Grimalkin se inclinó para olisquear su capa nueva. Maulló.

—Oh, gracias —murmuró Shinigami pasando una mano por tan suave tela—. Creí que me vendría bien un cambio —sonrió ligeramente sonrojada y agradecida por la observación. Se llevó también una mano al pelo, adorando cada día que pasaba su nuevo peinado.

El gato ronroneó y restregó la cabeza en el brazo de la bruja, demandando algo de afecto a cambio de haberla hecho sacar al menos esa sonrisa. Qué menos, había cruzado el mundo —en teoría— para hacerle compañía.

No es que Shinigami no quisiera llevarse a su familiar con ella, es sólo que ambos odiaban que se le tratase como a una mascota. Además, Shinigami no estaba segura de que quisiera seguirla por todos los lugares en los que se la ocurriese parar a consecuencia de su berrinche. Y viajar con animales era un verdadero coñazo.

Sabía que, si Grimalkin quería seguirla, lo haría sin ningún problema. Pensar en eso la reconfortó lo suficiente como para coger a su fiel amigo de toda —toda— la vida y acariciarle cómodamente teniéndolo en el regazo.

—¿Sabes? —suspiró de repente, mirando a la nada mientras continuaba acariciándole—. Empiezo a pensar que tengo algo de envidia... —admitió queriendo mirarle. Grimalkin volvió la cabeza de repente, encontrando sus ojos al instante—. Ya, ya lo sé. Tampoco es que no me alegre por ellos, pero... nunca he tenido una familia realmente. Creo que ver que cada uno está formando la suya, me hace querer tener la mía también.

El gato maulló de nuevo.

—¡No me hables de amor en un día como hoy! ¡Arg! —se quejó apartando la mirada, ofendida—. Soy una mujer fuerte e independiente, Grim, por favor...

Grimalkin volvió la cabeza de nuevo, y pestañeó lentamente, pensando que su bruja se estaba empezando a contrariar de la manera más absurda. Así todo, parecía que necesitaba un pequeño empujón. Los familiares están para orientar, ¿no?

De pronto, Grimalkin saltó al suelo y maulló mirando a Shinigami. Ella suspiró rodando la vista, entendiendo que lo que quería era que le siguiese.

A ver, tenía intención de continuar con este capítulo, porque sí, me ha quedado cortísimo. Es que he empezado el curso esta semana y me he agobiado, jolín - si las cosas van como en teoría tienen que ir, no tendré vacaciones hasta junio del año que viene 😪 -, no me ha dado la cabeza para ir escribiendo poco a poco.

Lo del gato de Shinigami me lo he inventado por completo, sí. Y muchas más cosas que me inventaré sobre la bruja, como sabemos tan poco...

Y sigo muy cansada de la gente que intenta hacerme creer que lee algo 😒. Votos porque sí, wow… prefiero merecerlos, gracias, creo que me lo curro lo suficiente.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora