83. Phoebe

249 21 5
                                    

NAIARA PREFIRIÓ DEJAR EL COCHE CUANTO MÁS LEJOS DEL LUGAR QUE CAMERON LE INDICÓ. Incluso cuando su padre le dijo que ese hombre ahora tenía una familia en la que centrarse, le sorprendió ir a su casa por la información y ver a una mujer sentada en el salón acunando a un bebé de unos seis meses.

Quería alegrarse por él —pese a no decir nada—, pero no dejaba de pensar que su padre hizo lo contrario. La abandonó a ella y a su propia madre; en cambio su amigo dejó su vida delictiva atrás para dedicarse a su familia.

Naiara se negó con una pequeña sonrisa a entrar a pasar el rato cuando Cameron se lo ofreció, quería quitarse todo el asunto de encima y volver a su vida pretendiendo que nada había pasado. Al menos dentro de lo posible.

Cuando detuvo el coche, se fijó en la planta que tenía sujeta por el cinturón en el asiento del copiloto. Lo primero que hizo tras salir de la cárcel fue ir a comprar la iris azul, no quería arriesgarse a que le cerrasen la floristería. Fue una fortuna el haber encontrado la flor y el color exacto, no era muy común.

También le dio que pensar. Su padre no perdió tiempo en decirle que le dejase algo a su madre de su parte, pero ella había ido pocas veces a visitarla. Lo cierto es que darse cuenta de ello la entristecía un poco.

Quizás lo que necesitaba era tratar de pasar página. No lo conseguiría si iba a verla cada día, se sentiría atascada en la misma página.

Suspiró profundamente y comprobó la dirección que tenía apuntada en un trozo de papel, se asomó por la ventanilla y contó las manzanas que debía caminar. Alcanzó el abrigo de su asiento trasero y salió de la calidez de su coche, se lo puso e inició la marcha atando la cremallera.

*

Leonardo corría hasta casi saborear la sangre bajo su lengua, empezando a inundar su boca. Una sensación extraña, eso indicaba que estaba llegando al límite.

Podía haber intentado averiguar dónde estaba su dulce e indefensa novia antes de correr sin rumbo por la ciudad. Estuvo a punto de llegar hasta la cárcel cuando dedujo que se habría ido hace horas, lo cual fue un pensamiento aún menos reconfortante.

Hacía tiempo que podía haberle ocurrido algo, ¿qué es lo que se supone que tenía que hacer? ¿Por qué no le había dicho nada? ¿Es esto lo que la tenía tan inquieta? Y lo peor... ¿dónde podría estar ahora?

Estuvo un rato torturándose con la idea de posibles mafias encontrando a una pobre chica mandada por el necio de su padre el preso. ¿Qué le harían? ¿Estaría atada en un almacén oscuro mientras decidían cómo acabar con su vida?

No, no, no...

Se estaba volviendo loco, no sabía a dónde podía haber ido. Podría mirar por algún barrio espacialmente conflictivo por el asunto de la droga, pero le llevaría toda la noche. Y no sólo por las mafias que lo dirigen, sino por la de gente que trabaja para ellos repartiendo en un callejón oscuro.

Es raro cómo preocuparse por alguien que verdaderamente le importa a uno, le nubla la mente por completo. No permite pensar con claridad y se pasa por alto lo más evidente.

Sacó su T-phone y trató de localizarla. Después de ese par de sustos que tuvo Raphael con respecto a la seguridad de Arlet y habiéndola encontrado gracias a su ubicación, Leonardo no esperó mucho más para pedirle a Donatello que le enseñase a hacerlo también.

Todo sea dicho, era bastante útil en algunas misiones, aunque sólo lo hiciese la tortuga de morado.

Debía de tener el teléfono apagado, pero le tuvo encendido un momento. No tardó nada en comprobar esa última ubicación, ubicación que le llevó hasta su coche.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora