22. Pluriempleada

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Había pasado un mes desde que se vieron por segunda vez y Leonardo seguía yendo a visitar a Naiara de vez en cuando. A ella le encantaba ver a Leo porque hacía todo lo posible para alejarla del estrés que le suponía su situación económica. Y la verdad es que a Leo también, ser el líder de sus hermanos y librar ese tipo de batallas a una edad tan temprana... No es para todos.

Últimamente ella no disponía de mucho tiempo para quedar porque había conseguido un par de empleos para poder ganar algo de dinero, aparte claro, del negocio que tenía su abuela en la tienda. Consistía en medicina natural, aunque desgraciadamente estaba en decadencia.

Muchas veces Naiara había preparado algo para las dolencias de Leonardo después de alguna pelea o entrenamiento:

Flashback

—No te lo tomes a mal pero... Pareces una bruja —rió él viéndola mezclar algunas plantas y flores en un cuenco. Por no mencionar su aspecto: Rastas, falsas dilataciones y una camiseta que simulaba la parte superior de un vestido medieval. Ella le devolvió la mirada y sonrió antes de retomar su tarea.

Eso es lo que le decían a mi abuela... —respondió con falsa sorpresa—. Fue ella la que me contagió la pasión por la naturaleza —Naiara se acercó a Leo y empezó a masajearle los hombros y el cuello con su pomada casera.

No me lo digas... También eres vegetariana.

No... Pero me aseguro de que todo lo que compro haya sido etiquetado con la garantía del bienestar animal —respondió con una sonrisa orgullosa. Se centró en la clavícula izquierda, que era lo que realmente le dolía—. El sufrimiento cuanto menos mejor. Humano, animal o... mutante.

Leonardo únicamente la miró con una tímida sonrisa por encima del hombro.

Naiara acababa de empezar a trabajar en una tetería a la que solían ir April y Arlet después de clase (por lo que siendo verano no las había visto nunca). 


El otro empleo era de reponedora en un supermercado. Apenas tenía tiempo para nada, en cuanto llegaba a casa sólo tenía ganas de tumbarse en la cama y dormir.

* * *

Leonardo se dirigía a casa de Naiara con una sonrisa. Era consciente de la presión a la que era sometida cada día por tratar de que no la echasen de su propia casa. Pero le entusiasmaba poder verla.

La verdad es que admiraba mucho su determinación. No todo el mundo buscaba pasar todo el día trabajando de esa manera para mantener una casa-negocio que en realidad... no llevaba a ninguna parte.

Leo había pasado por el restaurante de Murakami para coger un par de platos de gyoza y ver si podía animarla un poco.

Cuando aterrizó en la ventana de su habitación, Naiara acababa de llegar. Cerraba la puerta del cuarto a la vez que liberaba sus rastas de la goma que las recogía en una coleta. Resopló y se sentó en la cama para descalzarse. Mientras se apartaba los mechones de pelo que no tenía hechos rastas de su cara, escuchó los toques en la ventana.

—¿Leo? —preguntó con una pequeña sonrisa una vez le vio. Se acercó a la ventana y le permitió entrar, no obstante él prefirió quedarse fuera—. ¿Qué haces aquí?

—Te traigo la cena —respondió alzando el par de tuppers que traía consigo.

—Oh... —Naiara se sorprendió por la respuesta—. Gracias. ¿Vamos a la cocina? —preguntó señalando la puerta con los pulgares.

—¿Y si salimos a tomar el aire? Hace una noche estupenda —dijo extendiendo la mano.

Naiara le miró confusa, pero accedió y tomó su mano. Leonardo la dirigió a la salida de incendios y llegaron a la azotea.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora