104. Nada de arroz

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CASEY SE DESPERTÓ CON LOS TINTINEOS Y LA VIBRACIÓN DE SU TELÉFONO, en su salón. No lo procesó hasta que fue a alargar la mano para cogerlo y se cayó del sofá golpeando también la mesa de café.

Ow. ¿Qué dem-? —se quejó reincorporándose vagamente, aún sin comprender lo que estaba pasando. Quizás el mensaje que había recibido le sacaba de dudas—. Oh, no...

Después de ver de quién eran los mensajes, Casey no tardó en ver que su traje estaba colgado de una percha atrás, en la estantería.

¿Casey, irresponsable? Qué va... Sólo es ese amigo con el que te vas a emborrachar el día antes de tu boda y llegar bastante tarde.

—Raph. Raph, despierta —anunció levantándose casi de un salto, tratando de responder de una manera ambigua a los mensajes de la novia.

Shh... No grites —gimoteó Raphael asomándose por detrás del sofá, haciendo rodar un par de botellas que tenía a su lado al moverse—. Ugh, mi cabeza —se quejó llevándose una mano a la frente.

—Date prisa, que se supone que te casas hoy. Arlet estaba preguntando qué tal lo pasamos anoche —bufó rodando la vista con rabia. Estaba claro que Arlet se podía haber temido algo, y ahora le irritaba tener que darle la razón.

—¿Le has dicho que estamos de resaca? —se sorprendió poniéndose en pie, todavía frotándose las sienes.

—No, he sido un poco más discreto —se burló el humano.

Pero Arlet sabía perfectamente cómo leer entre líneas. Que ya nos conocemos Jones.

—Venga, que vamos a contrarreloj —dijo antes de coger la percha y entrar en la habitación a toda prisa.

—Joder —resopló Raphael mirando la hora en su T-phone, antes de ponerse las pilas.

*

Nadie supo cómo, pero Raphael y Casey consiguieron llegar a tiempo.

Por suerte para Raphael, no le recibieron los padres de su novia, sino su hermana con Gino en brazos. El pequeño soltó una risilla y alargó los brazos al ver a su padre después de dos días.

—Yo también me alegro de verte, campeón —sonrió Raphael cogiéndole—. ¿Y esto? —se sorprendió fijándose en que él no era el único que llevaba una pajarita roja.

—Cosa de mamá —respondió Skylar encogiéndose de hombros—. Al final le está gustando lo de tener un bebé al que consentir.

Raphael asintió tratando de ocultar alivio por el dato. Al parecer, Gino le había allanado bastante el terreno en el camino a la aceptación de sus suegros. ¿Y cómo no hacerlo? Era adorable.

Si no podían admitir que Gino era el mutante más tierno del mundo, es que estaban locos.

—Venga, que está todo listo —animó tomándole del brazo para que fuesen al jardín de una vez. Casey les siguió poniéndose unas gafas de sol para ocultar esa cara de resaca.

Bordearon la casa para no tener que pasar a través de ella, por si Arlet estaba en el piso de abajo.

Menos mal que Adaline no se dejó llevar e hizo caso a las exigencias de su hija.

Justo enfrente de la puerta del jardín, habían colocado un arco decorado con arbusto y tulipanes blancos. No habían puesto una alfombra que fuese desde el arco a la puerta porque resultaría redundante. Pero sí que había sillas plegables a ambos lados de esa alfombra imaginaria.

A la izquierda de la puerta, cerca de la casa, había una mesa con el delicioso, aunque nada pretencioso, servicio de cáterin que Adaline y Janik habían escogido. La única norma a la que se habían ajustado fue a la dieta de «odio el pescado» de Kimani.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora