95. La bella y la bestia

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QUERÍA ACTUAR COMO SI FUESE ALGO NORMAL, PERO ESTABA CLARO QUE ERA IMPOSIBLE.

Evidentemente, Laeticia sabía que tener el hijo de un tigre mutante diferiría bastante del de un humano, pero quizás esto era demasiado. La pobre humana no podía evitar entrar en pánico cuando veía las estrías que se habían formado en sus caderas y vientre al remangarse la camiseta.

No era algo común, su vientre no podía crecer tan rápido en tan poco tiempo y esas estrías se lo confirmaban totalmente. Apenas estaba de unos seis meses, tal como había estimado, ¿cómo podía ser que pareciese que estaba a término?

Hacía mucho que se cuestionaba la velocidad a la que crecía su vientre, y ya daba por hecho que debían de ser dos. Además, su padre medía unos dos metros si es que no los pasaba, era de esperar que fuesen a crecer.

De todas formas, encontrar posibles explicaciones a lo que la estaba pasando no la tranquilizaba lo suficiente como para ignorar que estaba sola. No tenía a nadie que la ayudase, ni familia, ni amigos... Nadie que supiera nada acerca de mutantes, siquiera.

La situación la estaba consumiendo tanto que, ya incluso trataba de recordar cuándo fue la última vez que sonrió.

*

Una parte de su cabeza le decía que pese a estar de unos seis meses, el parto era inminente, así que se fue a un supermercado a comprar lo que creía que iba a necesitar. Pañales, chupetes, algún juguete, ropa...

Sólo en ese momento se empezó a plantear la maternidad de verdad. Cuando cogió un pijamita rosa y llevó sobre su vientre para comprobar si era demasiado grande o pequeño. Se quedó un instante mirando a la nada imaginando si tendría un niño o una niña —o uno de cada, o un par de cada—, que no había pensado en ningún nombre...

Se sintió mal.

Llevaba tanto tiempo compadeciéndose de su soledad, esperando que Tiger Claw volviese y temiendo lo que estaba por venir, que ni siquiera se planteó que su vida iba a cambiar por completo. Iba a ser madre, y siendo sinceros, era algo que le gustaría que ocurriese algún día.

Quizás esas circunstancias no eran las mejores, pero ahora quería cambiar el chip y centrarse total y absolutamente en su bebé —o bebés, suponiendo que de verdad fuesen dos—.

Suspiró profundamente suprimiendo una sonrisa triste y dejó los trapitos que había cogido en un primer momento. Prefería coger algo más acorde al sexo del bebé, por lo que se limitó a dejar en su cesta unos pijamas de colores neutros.

Pagó y se fue a casa, dispuesta a cambiar de actitud.

* * *

Unos días después, se comenzó a encontrar extraña, pero de todas formas tuvo que salir para rellenar la nevera y algunos armarios, por lo que hizo lo posible por ignorarlo.

Lo cierto es que fue una suerte que Tiger Claw no cancelase la cuenta bancaria que hizo para ella. Era algo que le hacía replantearse cuán enfadado se supone que estaba con ella. Es decir, también podría haberla echado de casa tranquilamente, pero no lo hizo.

Puede que estuviera siendo muy ingenua, pero el dato le daba esperanza.

Paseándose por el supermercado comprobando uno de los productos de su lista, notó una repentina punzada en el abdomen. No fue muy fuerte, pero lo suficiente como para saber que estaba pasando algo o, que tenía que irse a casa enseguida.

Quiso pasarlo por alto.

Había buscado información cuando decidió que se centraría en su maternidad en vez de compadecerse y llorar por las esquinas, y había leído que desde las primeras contracciones hasta la rotura de la bolsa, podrían pasar horas tranquilamente.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora