cap 08

558 48 12
                                    

AL CAER LA NOCHE, CAPÍTULO 8
PRIMERAS IMPRESIONES

ARLET NO ACABABA DE SENTIRSE MUY CÓMODA MIENTRAS CAMINABAN POR LAS ALCANTARILLAS.

No podía entender cómo no se perdían, parecía un maldito laberinto.

Ya podía haberme recogido en la moto, pensaba sin parar. Este sitio es siniestro, y huele fatal.

La morena se quedó mirando a uno de los túneles de su izquierda de manera inconsciente al pasar a su lado, casi como si estuviese vigilando que ningún otro mutante saliese de las sombras y la arrastrase hasta su guarida. No podía dejar de imaginarse escenarios propios de una película de terror.

Y era extraño, porque Arlet no se asustaba con facilidad. Precisamente por eso le daba más rabia.

Raphael la echaba un vistazo de vez en cuando con una pequeña sonrisa y una ceja fruncida, pensando si debería acogerla bajo su brazo o no.

Había pensado en aparecer en la guarida tomándola de la mano, pero tampoco quería que resultase forzado. Su familia ya sabía que les iba a presentar a su novia, así que no tenía nada que demostrar.

—¿Cómo podéis vivir aquí? —preguntó ella abrazándose a sí misma por las frías corrientes de aire que en ocasiones corrían por los túneles. Se acercó a Raphael lo suficiente como para rozar su brazo con el hombro, sólo por asegurarse de que seguía a su lado.

—¿No te resultaría más raro que viviésemos en un ático de lujo? —respondió Raphael con una sonrisilla burlona.

Arlet le miró despectivamente, curvando los labios.

—No vivimos exactamente en la alcantarilla, sino en una estación de metro —aclaró él para tranquilizarla—. Casi hemos llegado.

*

Michelangelo estuvo dando vueltas junto a los tornos de la entrada de la guarida casi desde que Raphael se fue.

Caminaba con las manos tras el caparazón mirando al suelo, pero levantando la cabeza cada vez que le parecía haber escuchado a alguien acercándose.

Ya hacía rato que había perdido la noción del tiempo, y empezó a pensar que Raphael había cambiado de idea.

Leonardo y Donatello se echaban miradas divertidas al ver lo desesperado que su hermanito parecía por conocer a alguien nuevo, no obstante, creyeron que debían tranquilizarle un poco.

Sí, Raphael había accedido a bajar a su novia a la guarida, pero sólo porque se lo había pedido Splinter. Además, no había dicho cuándo bajarían, seguramente querrían estar un rato a solas.

Michelangelo murmuraba sin parar mientras retomaba su paseo sin sentido.

—¿Y si no le caigo bien? ¿Y si ella no me cae bien? O peor —dijo deteniéndose, llevándose las manos a la cabeza—. ¿¡Y si no le gusta la pizza!?

Sus hermanos rodaron la vista sin poderse creer que el que le gustase la pizza fuese un requisito obligatorio para establecer amistad con él. No es que fuese muy común puesto que a la mayoría de la gente le gusta la pizza, pero sí que cabía la posibilidad.

—Mikey, relájate —le dijo Leonardo mirándole por encima del hombro—. Es la novia de Raph, no la tuya. Ven, siéntate, llegarán en cualquier momento —añadió palpando el asiento de su derecha.

—Sí, ¿no les oíste anoche? Si es capaz de aguantar a Raph, podrá contigo —murmuró Donatello sin apartar la vista de su portátil.

Apenas unos cinco minutos después, los chicos escucharon pasos aproximándose. Y cómo no, Michelangelo se volvió sobre su asiento quedando de rodillas y listo para recibir a su invitada en un abrazo más propio de una constrictor.

tmnt2012, al caer la noche (ES) [acabada y editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora