•ꜱʜɪɴɢᴇᴋɪ ɴᴏ ᴋʏᴏᴊɪɴ• ⚔️ One shots

𝑵𝒊𝒄𝒐𝒍𝒐

Desde hacía un tiempo, unos pocos marleyanos nos ayudaban en la isla, pero había gente que no se fiaba del todo de ellos.

Ahora estábamos esperando a que uno de ellos terminara de cocinar, ya que era cocinero en el barco que "encalló" en la isla.

—Yo no confío del todo en él —dijo Jean, haciendo que el chico se molestara y murmurara algo.

En realidad, yo conocía al chico.
Ya había tratado un par de veces con él cuando me encargaban vigilar a los "prisioneros", como algunos los llamaban.

Sasha y yo estábamos hambrientas, así que apenas la comida estuvo en la mesa, nos abalanzamos hacia la comida.

—¡Ah! —grité, asustando a Jean y Connie—. ¡Está delicioso! ¡Eres el mejor, Nicolo!

El nombrado se sonrojó mientras todos comíamos la comida que preparó.

—Tranquilos, hay más comida.

Poco a poco, fue oscureciendo y tuvimos que volver a casa.

Algunos de los soldados del barco pasaban la noche en él, pero los que nos ayudaban directamente iban a una casa que pertenecía al Cuerpo de Exploración dentro del Muro María, para mayor comodidad.

Nicolo comenzó a ir allí, ya que pronto comenzaría a ser el cocinero de un restaurante concurrido por los altos cargos del ejército.

Él iba en un carro, que manejaba Jean, junto a Sasha, Connie y yo.

El silencio era incómodo, y cuando lo rompía alguien, Nicolo nunca participaba en la conversación, así que decidí integrarle.

—¿Y llevas mucho tiempo cocinando, Nicolo?

El silencio se alargó unos segundos, mientras él alzaba la mirada y procesaba que la pregunta iba dirigida a él.

—Mi familia me enseñó cuando era pequeño...

—Ya veo, debes adorar la cocina —al no oír respuesta, añadí un comentario—. Y se te da genial.

—¿Qué haces, [Tn]? —dijo Jean—. Él viene de Marley, es un enemigo.

—Sabes perfectamente que no lo es. Podría...

—Déjenlo, sé muy bien cuál es mi lugar aquí. No soy más que un prisionero de guerra.

Nicolo no volvió a hablar. En general, nadie más habló.

Cuando llegamos a la casa, ubicada cerca de un bosque, nos indicaron que debíamos vigilarlos esa noche.
Así que Sasha, Jean, Connie y yo nos repartimos para que dos vigilaran hasta la madrugada y los otros dos hasta que amaneciera.

Mientras Connie vigilaba la puerta de la planta baja, yo caminé por la planta, acabando frente a la cocina.

Entré sigilosamente y sin encender la luz para coger algo de comida.
Cuando agarré algo y lo mordí, la luz se encendió y me di la vuelta para mirar hacia la puerta, donde cierto rubio me miraba, juzgándome.

—¿Qué haces?

—Tenía hambre...

Él suspiró y entró en la cocina para coger un vaso y llenarlo de agua.

—¿Quieres que te prepare algo?

Me enterneció la manera en la que preguntó. Además, apartó la vista con un claro sonrojo.

—No es necesario —dije inútilmente, ya que él comenzó a agarrar algunas cosas y las puso sobre la mesa.

Me acerqué y él me indicó que comenzara a mezclar algunos ingredientes.