𝑴𝒊𝒌𝒂𝒔𝒂 𝑨𝒄𝒌𝒆𝒓𝒎𝒂𝒏

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Gracias a Sasha pude salir de la cama.

Hoy era uno de los peores días del mes y apenas me podía mover por el dolor.
Aún así, me esforcé para que el día transcurriera como cualquier otro.

—Si te duele demasiado, lo mejor es que vuelvas a la cama.

—Creo que puedo aguantar —dije caminando hacia el campo de entrenamiento.

Hoy solo practicaríamos defensa personal y escalada, así que no sería tan duro como otras veces.

Hicimos parejas para practicar y me arrepentí de haber salido de la cama cuando me di cuenta de que me tocó con Mikasa.

Ella me miró inexpresiva, pero alzó las cejas cuando me doblé de dolor.

—¿Estás bien, [Tn]?

—Si, es solo... que estoy en mis días.

—Deberías volver a la cama.

—Estoy bien, solo... no te pases mucho —dije con una sonrisa.

Después de un rato, sentí que el dolor disminuía por la actividad física, aunque mis movimientos eran algo torpes.

Me dispuse a esquivar un golpe cuando noté un peso sobre mi espalda.
Uno de los cadetes se tropezó y me empujó si querer, provocando que cayera al suelo con un golpe seco.
Me retorcí de dolor mientras escuchaba a mis compañeros preguntando si estaba bien.

—Solo necesito descansar un rato, estaré bien...

—Instructor, mi compañera no se siente bien, con su permiso la acompañaré a la cabaña —dijo Mikasa.

Él asintió y siguió supervisando a los demás cadetes.

Sasha me ayudó a levantarme y Mikasa pasó mi brazo por sus hombros para ayudarme a andar.

—No debiste aguantar el dolor durante tanto tiempo —dijo la pelinegra preocupada.

Respondí con una mueca de dolor y seguí andando con dificultad.

Al fin llegamos a la cabaña de las cadetes y me tumbé en mi cama.
Pasé mi mano por la parte baja de mi abdomen y arrugé el entrecejo.

—¿Quieres medicina?

Negué con mi cabeza y rodé mi cuerpo para quedar bocabajo.

Mi cabeza contra la almohada dificultaba mi respiración, pero en esa posición sentía menos dolor.

—Oi, así te ahogarás.

Levanté mi cabeza y apoyé mi barbilla en la almohada.

—Deberías volver con los demás o te meterás en un lío.

—No pasará nada por saltarme un poco el entrenamiento —dijo con una pequeña sonrisa y juntando las manos en sus piernas.

Cerré los ojos y suspiré, notando una mano de Mikasa acariciar mi espalda.

La tranquilidad y el silencio me hicieron caer en un estado casi de sueño.
No supe si había pasado unos minutos o unas horas, pero noté que Mikasa se acercaba un poco.

—Volveré cuando acabe el entrenamiento con algo de comida, descansa.

Asentí con una sonrisa y un pequeño sonrojo.

Esta vez sí me dormí profundamente y desperté por un leve zarandeo y unas palabras.

—[Tn], ¿estás viva?

Abrí los ojos y vi a Sasha mirándome desde cerca.

Me levanté poco a poco, apenas notando dolor en mi zona abdominal.
Miré hacia la derecha y vi a Mikasa con algo entre las manos.

Lo dejó junto a mí y vi que me había traído la cena.

—Muchas gracias —sonreí.

No tenía mucha hambre, así que compartí la comida con la morena.
Cuando las chicas comenzaron a entrar, Mikasa se quedó a mi lado.

Agradecí a mis amigas, que se acercaron para ver cómo estaba.
Poco después, todas nos fuimos a dormir.

Antes de eso, Mikasa se acercó un momento a Sasha, le dijo algo y ella asintió repetidamente con una gran sonrisa.

La pelinegra volvió y se tumbó en la cama que estaba a mi lado.

—Sasha me ha dejado quedarme aquí está noche, espero que no haya problema.

Me sonrojé un poco cuando quedó frente a mí.
Cerré los ojos cuando la habitación quedó a oscuras, aunque cuando los abrí un poco vi que Mikasa me veía fijamente.

—¿Estás mejor? —susurró.

—Si —susurré de vuelta.

Noté una de sus manos pasar por mi cintura por encima de la manta y acercarse a mi cuerpo.

No dijo nada, solo cerró los ojos y suspiró.

Me quedé algo sorprendida por su acción, pero no me quejé.

Abrió la boca para hablar, pero solo suspiró y la volvió a cerrar.

A la mañana siguiente amanecimos abrazadas. Yo de espaldas a Mikasa y ella rodeándome con su brazo.

Me di la vuelta y la observé unos segundos hasta que se despertó.

—¿Estás mejor?

Asentí y le sonreí. Unos minutos después, las demás chicas se levantaron y nos cambiamos para empezar el entrenamiento.

Durante el camino me crucé con Sasha y me miró con una gran sonrisa.

—¿Mikasa te lo ha dicho? —dijo emocionada.

—¿Decirme qué?

—No puede ser... ¡Se ha acobardado! Anoche se te iba a declarar.

Abrí los ojos sorprendida y tapé mi cara para ocultar mis mejillas que comenzaban a tornarse rojas.

—¡No lo digas tan a la ligera, Sasha!

—Perdona —rió.

Aparté la mirada y vi a la pelinegra caminar tranquilamente para encontrarse con sus amigos de la infancia.

Una sonrisa se dibujó en mis labios inconscientemente cuando la vi.

•ꜱʜɪɴɢᴇᴋɪ ɴᴏ ᴋʏᴏᴊɪɴ• ⚔️ One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora