•ꜱʜɪɴɢᴇᴋɪ ɴᴏ ᴋʏᴏᴊɪɴ• ⚔️ One shots

𝑴𝒂𝒓𝒄𝒐 𝑩𝒐𝒅𝒕

Mi rostro permaneció impasible mientras el instructor preguntaba mi nombre. 

—[Tn] Springer de Ragako, al sur del Muro Rose, señor.

—Bien, ¿y qué has venido a hacer aquí, escoria?

—Pretendo ayudar a la humanidad, conseguir que salgamos al mundo exterior.

—Así que te unirás al Cuerpo de Exploración, ¿eh? No les servirás ni de carnada.

Siguió caminando para hablar con otros cadetes y yo suspiré, dejando escapar el aire que no sabía que retenía.

—¿He causado una buena impresión? —pregunté a mi hermano mientras caminábamos hacia las habitaciones que nos pretenecerían durante la instrucción.

—Lo has hecho mucho mejor que tu hermano —dijo uno de los cadetes, metiéndose entre ambos—. Soy Jean, por cierto.

Le di una sonrisa fugaz, pero enseguida seguí hablando con Connie. 
Antes de dormir, nos quedamos un rato hablando en la entrada de la cabaña de los chicos. Vimos un carro que llevaba a los primeros desertores.

—Parece que hay quien no aguanta esto.

—Bueno, hay gente que no está hecha para esto —dijo un chico moreno.

Decidí irme un tiempo después, hablé con un par de chicas mientras llegábamos a la cabaña y parecía que nos llevábamos bien.

Apenas empezamos las primeras semanas, ya se fueron formando amistades y enemistades, por ejemplo, el chico que me habló el primer día, Jean, no podía soportar a Eren.

Yo conseguí nuevos amigos.
Ymir y Historia fueron las primeras con las que hablé, aunque Connie me presentó a Sasha y comenzamos a hablar más.

Por parte de los chicos, hablaba un poco con todos, aunque sinceramente prefería a Marco.

Era el chico más dulce que conocí la segunda o tercera semana. Era bastante listo y muy mono.
Tenía pecas que casi se camuflaban cuando se sonrojaba.

El único inconveniente era su amigo, Jean.
Siempre trataba de ligar conmigo, aunque estaba segura de que se avergonzaría si aceptaba salir con él.

—¡Oi, Marco! Te estaba buscando —dije corriendo hacia el chico.

—¿En serio? —dijo encogiéndose en su sitio.

—Me pediste ayuda para arreglar tu cinturón, ¿cierto? Mañana tenemos una prueba del equipo de maniobras y creí que lo necesitarías.

—¡Oh! Cierto, lo tengo en mi habitación...

—Vamos, tengo algo de tiempo libre antes de hacer mis tareas.

Se sonrojó un poco y se levantó para acompañarme, dejando a un Jean bastante sorprendido.

Caminamos unos segundos en silencio hasta que decidí hablar.

—Siento haberte secuestrado —bromeé.

—No pasa nada, solo estábamos hablando. Es más, gracias por ayudarme.

—No es nada.

Seguimos hablando, aunque notaba al pecoso algo nervioso.

Llegamos a la cabaña de los chicos y entré con él, quedándome unos pasos atrás.

Revolvió entre sus cosas y decidí sentarme en una de las camas mientras seguía buscando.

Se giró y se agachó frente a mí para buscar bajo la cama en la que estaba sentada.

Me eché para atrás algo incómoda y crucé las piernas sobre la cama, apoyando mis manos en medio de ellas.

—¿Lo encontraste? —dije asomándome un poco para ver su nuca.

Se levantó rápidamente, provocando que quedáramos a escasos centímetros.

—S-si —susurró.

No quisimos movernos, por lo que estuvimos así lo que parecieron minutos.

La puerta se abrió abruptamente. Mi hermano entró hablando con uno de sus amigos, pero se calló al ver la escena.

—¡¿Pero qué haces con mi hermana, Marco?!

—¡N-nada! Solo estaba...

Connie agarró mi muñeca y me alejó de él, sacándome fuera de la cabaña.
Me solté de su agarre y me quedé en uno de los escalones de la entrada.

—¿Qué pasa, Connie? Solo estaba con Marco —dije algo sonrojada—. ¿Qué hay de malo?

—Tú le gustas y no pienso que te profane.

Me quedé sorprendida y miré a mi alrededor.
Algunos de mis compañeros se habían quedado a ver el espectáculo, incluído Marco, que ahora miraba al suelo, avergonzado.

—¡Connie, idiota! Decir eso era decisión de Marco —susurró Jean, golpeando la nuca de mi hermano.

—Marco, ¿eso es...?

Me giré para verle, pero él huyó y Jean me aconsejó no seguirle.

No lo vi hasta el día siguiente.
Escuché que Armin le ayudó a reparar su cinturón y así pudo realizar la prueba.
Quise hablar con él, pero nunca tuve la oportunidad.

Pero eso cambió el día que nos tocó hacer guardia por la noche en el cuartel.
Sabía que no aguantaría mucho en silencio, aunque me sorprendió bastante.

No fue hasta medianoche cuando hablé para romper el silencio.

—¿Qué tal? —dije casi sin fuerzas, como si una palabra pudiera hacer que corriera lejos de mí.

—Lo que dijo tu hermano... no es cierto —dijo mirando al suelo, sin dejarme ver su rostro.

—Oh... ya veo —dije decepcionada, desviando la mirada.

—¿Estás bien?

—Sinceramente, me gustas. Pero estoy bien, podré superar esto.

Me miró rápidamente, pero evité devolverle la mirada.

—¿Te gusto? ¡Increíble!

Me abrazó sin avisar, aunque la verdad era que lo agradecí.

—No entiendo...

—M-me gustas, mucho —susurró con una sonrisa.

—¡Deja de liarme!

—¡Me gustas! —dijo abrazándome de nuevo.

Me sonrojé y la devolví el abrazo, hundiendo mi cara en su cuello.