•ꜱʜɪɴɢᴇᴋɪ ɴᴏ ᴋʏᴏᴊɪɴ• ⚔️ One shots

𝑴𝒊𝒌𝒂𝒔𝒂 𝑨𝒄𝒌𝒆𝒓𝒎𝒂𝒏 𝑨𝑼

Pensé que sería una buena idea pasear un poco antes de dormir, al fin y al cabo dicen que últimamente las calles son más seguras.

Salí de casa con mi móvil, algo de dinero, por si acaso y las llaves.
Pasaba por un parque cuando noté que alguien me acechaba.

Comencé a caminar más rápido, pero solo conseguí que siguiera mi ritmo y pronto estuvo a mi lado.

—Dame lo que tengas.

Sentí como posicionaba una pistola en mi espalda, recordándome que no hiciera nada.

Llevé mi mano a mis bolsillos, pero sentí que ya no había alguien a mi lado.
Al darme la vuelta, le vi tirado en el suelo y una chica estaba sobre su espalda, poniéndole unas esposas.

Apareció otra chica, la cual me calmó mientras detenían al hombre.

—Me llamo Sasha Blouse. Tranquila, somos agentes de policía —dijo con una sonrisa—. Por suerte, mi compañera Mikasa nunca sale de casa sin su arma y sus esposas.

Levantó al tipo del suelo con demasiada facilidad. Ahora que la veía mejor, no entendía como una chica como ella podía tumbar a un hombre corpulento de metro noventa.

—Lo llevaremos a la comisaría, también vendrás con nosotras para tomar declaración —dijo la pelinegra, con un tono tranquilo.

Comenzaron a andar y las seguí.
Sasha comenzó a hablar y me contó que ellas no estaban de servicio, pero vieron que tenía problemas y no dudaron en ayudar.
Por otro lado, Mikasa estaba más adelante, cogiendo al criminal por sus muñecas y por su hombro, asegurando que no escapase.

Al llegar a la comisaría, me di cuenta de cuál era.
La comisaría 104, donde trabajaba mi padre.

Un guardia de la entrada nos dejó pasar, alegando que era su día libre y que debían descansar del trabajo.

—Lo sabemos, pero esta chica estaba en peligro —dijo Mikasa, aún llevando al criminal.

Entramos a la comisaría y me trajo muchos recuerdos.
Cuando mi padre aún era agente, me traía con él para que conociera a sus compañeros. Ahora que era comisario y que yo había encontrado trabajo y me había mudado, solo podía visitarle algunos fines de semana a su casa.

—Deja de jugar a las cartas con Jean y poneros a trabajar —dijo Sasha, golpeando la cabeza rapada de un agente.

—¿[Tn]? ¡Que grande estás! 

Me giré y enseguida tuve a una mujer abrazándome por el cuello.

—¡Hange! Cuanto tiempo... ¡Tú también estás, Levi! —dije soltando a la mayor y acercándome al más bajo, quien extendió sus brazos.

Mientras abrazaba a Levi, el resto de agentes nos miraba sorprendidos.

—Ha abrazado al Capitán y él no la ha pateado —dijo un chico moreno—. Increíble...

Cuando nos separamos, me atacaron a preguntas.

—¿Por qué ya no vienes tanto? ¿No nos quieres?

—Sabes que ya tengo trabajo, Hange. Casi no tengo tiempo libre.

—¿Y qué haces aquí? ¿Ocurrió algo?

Los agentes murmuraban, pero Mikasa ya había encerrado al hombre y se dirigía a mí con unos papeles.

—Sasha y yo íbamos por la calle y vimos como un criminal intentaba atracarla. Ya está detenido y tú debes rellenar esto —dijo la pelinegra, tendiéndome los papeles.

Los Capitanes se quedaron atónitos, pero en seguida, Levi reaccionó.

—Avisaré a tu padre.

Cuando se fue, Hange fue con él.

—¿Tu... padre? —dijo un chico con pecas.

El comisario apareció del interior de su despacho, con las cejas fruncidas por la preocupación. Se relajó al verme y se acercó a abrazarme.

—Gracias a Dios que estás bien.

Creí que los agentes iban a explotar de tanto información. Estaban impresionados de que tras salvar a una chica, resultara ser la hija de su jefe.

—Perdona, debes rellenar eso —dijo Mikasa, señalando lo que tenía aún en mis manos—, señorita...

Hizo una pausa y entendí que quería saber mi nombre.

—[Tn], [Tn] Smith.

Ella apuntó algo en los papeles que tenía en sus manos y me indicó que la siguiera.

—Debes terminar tu declaración, supongo. Luego pásate por mi despacho —se despidió con un beso en mi frente y se fue.

Finalmente, seguí a la pelinegra hasta lo que parecía ser su escritorio. Estaba muy bien ordenado, hasta que un chico apartó un par de cosas para sentarse sobre él.

—Hola, soy Jean —dijo con una sonrisa ladina.

—Fuera, debe tomar declaración y si estás por aquí...

Fue interrumpida por el resto de sus compañeros, que también tenían curiosidad sobre la hija del jefe.

Me llenaron de preguntas y las respondí como pude, mientras intentaba rellenar la hoja que la pelinegra me dio.

—¿Y el abrazo que te ha dado el Capitán? ¡Creí que no toca a nadie a no ser que sea extrictamente necesario!

—Es que me conoce desde que era una cría —dije, desviando la mirada del papeleo—. Hange también. Cuando mi padre era agente, ellos eran sus compañeros.

Todos se revolucionaron todavía más y me rogaron que les contara historias de los días en los que sus superiores aún eran agentes.

—Ya basta, la vais a agobiar —dijo Mikasa, apartando a algunos chicos que se acercaban tanto a mí que casi estaban sobre mí.

—Es cierto, dejemos que termine esto —dijo un chico rubio.

Con algunas quejas, todos de marcharon y me quedé a solas con Mikasa.

Ella estaba centrada en algo sobre su mesa. Escribía un par de cosas en su ordenador y desviaba su vista para saber si había terminado.
Había un par de segundos en los que podía ver su rostro. Era simplemente hermosa, y eso me hizo querer mirarla más.

Me pilló observándola y apartó la vista, sonrojada.

—¿Sabes? Debo compensarte por ayudarme, así que deberíamos salir algún día —ahí estaba los arrebatos de valentía, la cual heredé de mi padre.

Ella se sonrojó aún más, pero no dijo nada.
Cuando me di por vencida y comencé a escribir de nuevo, ella alzó la vista.

—Cuando quieras...

Me sorprendí y le sonreí, levantándome y dejando los papeles sobre a mesa.
Agarré un pequeño papel de su escritorio y escribí mi número, para luego ir al despacho de mi padre.

Me giré una última vez y le guiñé un ojo. Ella me sonrió y justo después la perdí de vista.

Pasé unas horas con mi padre, e incluso socialicé un poco más con los agentes.
Estaba segura que ahora me pasaría más por el trabajo de mi padre.

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