11- Perder el control

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En la tarde estaba en la sala leyendo un libro con mi cabeza en las piernas de Regulus, mientras que los demás estaban en sus mundos, cada uno haciendo algo distinto, pero todos juntos en la sala, cuando Tom apareció enfrente de nosotros interrumpiendo nuestra paz.

— Arréglense,  vamos a salir —nos informó. 

Todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y empezar a subir las escaleras, para arreglarse.

— ¿Y tú qué estás esperando? —me preguntó Tom frunciendo el ceño.

— Yo paso —le informé y volví a regresar mi vista hacía el libro.

— Dije T-O-D-O-S —separó las letras como si eso fuera necesario para que le hiciera caso.

— Y yo dije P-A-S-O —lo imite y gruñó—. No me siento bien, pero tal vez estaría mucho mejor si pasara un rato a solas.

— Te he dicho que no te vas a quedar aquí —me quitó el libro de las manos.

— Y yo te he dicho que NO pienso ir —repetí.

— Ni siquiera te he dicho a donde iremos, como para que no tengas ganas de acompañarnos.

— No es que no quiera acompañarlos, es que me siento mal —repetí por tercera vez, rodeando los ojos.

— Yo te veo muy bien —me dijo escaneándome con la mirada.

— ¡Estoy en mis días! —le mentí desesperada y se tensó— ¿Eso es lo que querías escuchar? —le pregunté cruzándome de brazos y se me quedo viendo sin decir nada.

Le había mentido respecto de estar en mis días, porque realmente no me apetecía ir a donde sea que Tom tenía ganas de salir.

— ¡Bien! —se rindió luego de unos segundos— has lo que quieras —me dijo mientras se alejaba de mí.

— Eso iba hacer de todos modos —murmuré.

Debo de admitir que no pensé que fuera a funcionar, porque pensé que de todos modos me iba a obligar a ir con ellos, pro suerte estaba equivocada.

[...]

Estaba en mi cuarto, recogiendo unas cosas cuando el ruido de la puerta pegando con la pared de golpe, me hizo brincar en mi lugar. Me giré y me encontré con Matheo recargado en el marco de la puerta.

— Se supone que estaba sola —comenté cruzándome de brazos— ¿Qué haces aquí?

— Te vine hacer compañía.

— ¿Por qué? —cuestioné confundida.

— Porque me parece que tú y yo, tenemos una plática pendiente —<<Oh no>> dio un paso hacia mí— además, esté momento me pareció el mejor para hablarlo, así nadie nos va a interrumpir.

— Tú y yo no tenemos nada de qué hablar —le informe dándole la espalda.

No obtuve respuesta de su parte, por lo que me iba a volver a girar, cuando sentí una respiración en mi cuello.

No de nuevo.

Trague saliva con dificultad. 

— Princesa, ya estamos solos —movió mi cabello dejando al descubierto mi cuello— nadie nos molestara —me dio un beso en el cuello y mordí mi labio para evitar soltar un gemido. 

Matheo puso sus manos en mi cintura y me dio la vuelta.

— La mera en la que me miran tus ojos.

— M-Matheo —trague saliva con dificultad nuevamente y puse mis manos en su pecho para intentar detenerlo.

El plan de los RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora