𝟮. 𝘼 𝙢 𝙚 𝙧 𝙞 𝙘 𝙖

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Hacía muchísimo tiempo que no veía a su hermana en persona. Recordaba haberla conocido gracias a Esme hace unas décadas atrás, después de que se uniera a la familia junto a un nómada llamado Jasper Hale, a quien conocía solo de nombre y una que otra foto ocasional —era tan atractivo que seguro la podría dejar encandilada al verlo en persona—. Decían que era muy nuevo con lo de mantener a raya la sed, por lo cual no solían invitarlo a lugares concurridos.

La primera vez, ambas se conocieron en un centro comercial de Londres por allá de los años sesenta y gracias a su madre, se emocionaron y terminaron en una travesía de compras que conllevó exprimir un poco del fondo de Carlisle, pero él aseguró que no le molestaba mientras sus pequeñas estuvieran felices.

Ambas congeniaron tan bien que fue casi inmediata su conexión. Se entendían y disfrutaban de las mismas cosas, sin embargo, Onix siempre se la pasaba de aquí para allá por su propia cuenta, decidiendo siempre que no podía estar acomedida en un solo lugar. Ella era del mundo y para el mundo.

Aquello generó distanciamiento en las hermanas, al menos, no lo fue tanto como para que su orgullo ganase la batalla como ocurrió con Rosalie. La Pixie Doll y Nix solían enviarse cartas y con el avance de la tecnología hasta comenzaron a enviarse fotos, así era como sabía del estado de su familia, sus comodidades y lo felices que eran en su inmortalidad.

O al menos hasta hace unos meses, cuando se vieron en la obligación de dejar Forks, Washington, lugar que conocería por primera vez.

Ya habían visitado los Cullen aquel lugar antes y habían mencionado que era pintoresco y acogedor, el lugar ideal para que un grupo de vampiros pudiese vivir en calma lo cual le daba curiosidad e intriga por saber cómo es que una pequeña ciudad no se preguntaba por la vida de los Cullen.

Bien decían que pueblo chico infierno grande.

—Entonces así es como se siente —susurró a Edward, que llevaba entre sus brazos a su novia. El cobrizo la admiró por unos instantes a la fémina a quien resguardaba y asintió, su rostro cargado en seriedad-; supongo que debe de ser tan intenso como para querer tu propia muerte.

—Un mundo sin Bella... no creo que tenga sentido alguno, Nix —masculló con suavidad, con una intensidad inmensa que abrumó a la inmortal—. No puedo recordar ni siquiera mi vida sin ella.

—Uy yo sí. Si quieres hasta puedo recitarte "el monólogo del mounstro" pero mi favorito es "el canto de un vampiro que se come a la mamá de Bambi por depresión" —canturreó juguetona, haciéndolo reír. Ella también sonrió, alegre de verlo un poco más tranquilo, o al menos, eso demostraba.

Alice iba relajada al otro lado de Kekek, escuchando todo conteniéndose la risa. No podía decirlo por respeto a su hermano, pero sí, hasta ella estaba un poco agobiada por escuchar lo mismo de siempre.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora