Onix era un pecado, el más sensual y misterioso pecado que Jasper quería cometer.
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En el instante en que cayó bajo el hechizo de Onix Kekek, no hubo forma alguna de escapar de él, del canto que le envolvía cada vez que su...
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—Debes de estar bastante desesperado para creer que yo te diría algo —masculló fanfarrón Edward Cullen, la sonrisilla ególatra de su rostro haciéndolo gruñir.
La verdad era que el cobrizo no se hallaba para nada de humor; Bella se había ido con aquel muchachito Black a pesar de sus ruegos y todo lo que estaba ocurriendo con Victoria lo traía vuelto loco.
Ahora, tener a Jasper frente a él con esa expresión dura y los ojos dorados suplicantes, le generaba algo de gracia.
Por lo menos, hasta que vio el instante en que Onix se reveló frente a él.
Arrugó el entrecejo, tratando de concentrarse en el hecho de que la voz de su hermana confesaba en un susurro algo que protegía como su más oscuro y sucio secreto; no podía entenderlo. ¿Cómo era posible que le hubiese dicho algo así a él?
—¿Qué significa? —Cuestionó de nuevo Hale, la angustia dominando en su timbre masculino.
Cullen no dijo nada, solo lo miró, tratando de comprender la clase de relación que tenían ellos dos. Por lo que entendía, Nix no se enrollaba en cosas serias, pero el que se haya confesado por allí, ya significaba que estaba más implicada en algo que seguro ni ella entendía.
—¿Qué quiere decir que su nombre sea Nadenka?
—¡Cállate! —Bramó histérico, alterado y preocupado de que alguien fuese a escucharlo. En realidad no tenía nada de malo, ni siquiera suponía un peligro, pero se hallaba tan acostumbrado a evitar ese detalle del pasado que lo conseguía colocar de nervios—; yo no puedo decírtelo. Tiene que ser ella.
—¡¿Qué te hace creer que va a decírmelo?!
—El hecho de que te dijera que su real nombre no es Onix —respondió con velocidad, inquieto y algo abrumado.
Aún así, llevaba razón. Seguro jamás le terminaría por decir esos detalles del pasado que la perturbaban; probablemente si él no se lo decía en ese instante jamás entendería porqué no le gustaba a su hermana y mejor amiga que nadie la tocase, o porqué había tenido que aprender a convencer a la gente con halagos y palabras rebuscadas.
—Escúchame —pidió el ex mayor, tratando de mostrarse lo suficientemente fuerte para que no lo tomara tan a la ligera su familiar. Tuvo que relamerse los labios, ancongojado ante el hecho de no poder acercarse a ella por no saber qué hacer— solo quiero ayudarla.
La determinación del rubio en juego con su desespero lo hicieron maldecir. Aunque no se hallaba para nada de acuerdo con que él fuese el compañero de Onix... debía admitir que nunca nadie además de su familia se había preocupado así por ella.
Además, puede que no tuviese el don empático de Jasper, pero podía ver que lo que sea que el sureño estuviese sintiendo por Kekek, era tan real como lo que él sentía por Bella.
