Onix era un pecado, el más sensual y misterioso pecado que Jasper quería cometer.
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En el instante en que cayó bajo el hechizo de Onix Kekek, no hubo forma alguna de escapar de él, del canto que le envolvía cada vez que su...
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Había estado muy callada. Jasper lo había notado y había fingido no haberse dado cuenta. Se miraba cada tanto con Edward y podía afirmar con seguridad que hablaban entre ellos en alguna especie de código.
—Así que te dijo que sí —masculló Nix al cobrizo al día siguiente, cuando habían podido escabullirse para poder hablar en privado. Su hermano lucía muy feliz, a pesar de la tragedia y la suerte que acababan de atravesar.
Aún no podía creer que Jane solo se hubiese ido sin fastidiarla demasiado. No sabía cómo sentirse al respecto de eso y Cullen tampoco estaba siendo claro al respecto. Bien podría decirle lo que había escuchado en la mente de los Vulturis, pero no lo hizo.
—¿Y su padre? —Curioseó la joven inmortal— creí que te odiaba.
—No me odia —refutó— bueno, quizá un poco —corrigió, haciéndola reír— pero entiendo sus motivos para hacerlo —agregó.
Onix podía darle la razón a Charlie; estaba enterada de las locuras que el vampiro a su lado y su novia habían hecho y de igual forma no podía hacer ningún comentario al respecto. A final de cuentas, no entendía sus motivaciones y esa clase de amor tan extraño que se tenían y ella no podía entender.
—¿Y tú? ¿Aún te irás? —Preguntó, esperando a que negara, sin embargo ella asintió.
—Esperaba quedarme para tu boda, pero no puedo hacerlo —masculló, con acongojo en el pecho— estoy echando raíces.
—Quédate. Somos tu familia, Nix —pidió y afirmó, enterneciéndola con su inocencia. Él sabía que dijera lo que dijera no conseguiría convencerla. Nunca lo había logrado y jamás lo iba a hacer— puedes cambiar lo que pasó con ellos empezando de nuevo con nosotros.
—¿De nuevo? —Jugueteó con tristeza. Había perdido la cuenta de las veces en que quiso integrarse a los Cullen sin conseguirlo, sintiéndose siempre ajena y distante a ellos—. Lo siento. No puedo hacerlo.
No podía obligarla a quedarse. Ya lo intentó antes y fue una de las muchas razones por las cuales se fue por tanto tiempo. Le dolía el considerar que sus temores eran más fuertes que ella, que no existía forma alguna de evitar que creyera que escapando de aquellos a los que amaba de manera recíproca iba a poder escapar de sí misma.
Entonces la miró con el ceño arrugado, encontrándola avergonzada y miedosa de lo que en verdad la preocupaba y por qué quería irse.
—Creo que estoy enamorada de Jasper, Eddie —susurró, adolorida y muy apenada, como si tener esa clase de emociones fuese una especie de sucio secreto.
—No, no puede ser —murmuró, negándose a ello. Sabía que ellos estaban conectados por aquello de ser compañeros pero... no creyó que fuese en serio. A veces consideraba que sí, mas la mayor parte del tiempo era estar diciéndose que Nix no podía tener algo serio con el sureño porque simplemente los dos distaban por montones el uno del otro.
