𝟯 𝟰. 𝙊 𝙪 𝙧 𝙇 𝙞 𝙫 𝙚 𝙨

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Caminaron tranquilos a la mitad de la noche con las manos enlazadas. La frescura de Corfú les pegó en las pieles de mármol y silenciosos disfrutaron de la velada que habían robado en ese día de la inmortalidad que ansiaban compartir.

Onix se acostumbró a llevar las bolas chinas en el interior. Le resultaba invasivo y un poco raro, pero las sensaciones le parecían deliciosas y a cada paso la caricia solo le generaba más placer.

La velada era sublime. Había pasado ya una semana desde que dejaron Forks. Para la familia fue sorpresivo —y maravilloso— que Jasper se fuera con ella, sabiendo que ambos estaban en perfectas manos.

Emmett había bromeado diciendo que la iban a pasar muy bien.

Llegaron al aeropuerto de Spokane dos días después de que la decisión de Hale fue seguirla y la de ella confiar en él. Sus retrasos se debieron en su mayoría porque fueron consiguiendo cosas que necesitarían, ropa, artículos de limpieza y juguetes para adultos que les darían montones de diversión.

Habían comprado una linda flogger de cuero que ambos ansiaban a probar.

A ninguno de sus familiares les molestaron sus gastos. Incluso Rosalie estaba tan contenta de lo que ocurría que solventó varios de ellos, sorprendiendo a Carlisle, pero entendiendo el afecto que le profesaba de forma diferente a cada uno.

Nix sufrió de uno de esos habituales deja vus que le causaban algo de incomodidad. Pudo verse a sí misma en ese lavamanos, temblorosa y cegada de deseo, cosa que la hizo reírse bajito llamando la atención de él, que la miró con curiosidad.

Si pudiese, se sonrojaría, porque ahora Kekek tenía muchas ganas de sentir la misma adrenalida por tener miedo a que los atraparan y muchísima excitación por las caricias sucias de Jasper para con ella.

—¿Qué pasa por esa cabecita sucia suya, señorita? —Curioseó con diversión él, su acento sureño ayudándole a que precisamente pensamientos nada limpios se escenografiaran en su mente- ¿debería acaso temer?

—¿Temer tú? —Burló ella, cantarina. Jazz se rio, embelesado con esa sonrisa traviesa en sus carnosos labios— debería temer yo. No sé qué clase de cosas sucias vas a hacerme —parloteó, pícara y atrevida, tan desinhibida que quiso ponerla contra la pared para darle unas buenas nalgadas.

Pero se contuvo aunque le picaran las manos por hacerlo. Solo sonrió al verla contenta, imaginándola en aquello que quería hacerle, sabiendo lo mucho que a ambos les gustaría.

—Primero te voy a poner de rodillas —comenzó a decir, tan tranquilo y confiado que la hizo estremecerse por su sinceridad— y haré que me comas mientras te tocas tú misma.

—Ja-Jazz...

—¿Quieres saber lo que te haré después? —Le dijo, aturdiéndola por ese tono grave de su voz, ese tono osado y burlón que usaba para ella, satisfecho por ver como sus pestañas aleteaban veloces en cuestión de apenas unas palabras— como estamos solos, ahora puedo follarte. Te voy a amarrar las manos, creo que será más divertido para ti —determinó, tan serio que la hizo encenderse en un dos por tres, deseosa de sentirlo hasta el fondo—. Voy a follarte tanto, Onix Kekek. Y después de eso lo volveré a hacer.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora