𝟰. 𝙑 𝙤 𝙩 𝙚

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A la mitad de la noche, no le sorprendió el bombardeo de preguntas que llegó a ella de parte de su familia, sus voces cuestionando su estadía por el mundo y los conocimientos que adquirió, a pesar de que mucho de lo que aprendió ellos ya lo sabían.

Agradeció que no cuestionasen sus decisiones, aquellas que la condujeron a dejarlos a pesar de que fueron el grupo que mayor amor y amabilidad le habían brindado. Quizá se había ido precisamente por eso, se sentía fuera de lugar al verlos tan afectuosos y unidos entre ellos aun con sus muchos intentos por hacerla sentir en casa y con su honesto cariño hacia su persona; para Onix, la sensación era de casi ser como una desconocida que venía a interrumpir en su paisaje de un hogar perfecto, de una armonía celestial.

Pero ella sonrió y efusiva respondió a los entusiastas comentarios y cotorreos que sus hermanos y padres soltaban. Carlisle parecía muy feliz junto con Esme, por no hablar de Alice y Emmett, que gritaban incluso para poder atraer su atención, sus bromas siendo aleatorias y Rosalie perdida en algún lugar de la inmensa casa.

—Jasper, ¿por qué no te acercas? —Invitó Emmett, burlón. El rubio había preferido mantenerse al margen, ajeno a lo que sus familiares vivían ya que, parecían en verdad contentos de tener a aquella joven en el círculo aquel.

Además, le seguía abrumando, se sentía como un adolescente con ideas y pensamientos nada puros que iban y venían al notar que el sentimiento exótico de lujuria era recíproco.

Oh Dios, alguien sálvelo.

—¡Sí, Jasper, acércate! ¡Yo no muerdo! —Aseguró Kekek, sonriente.

Hubiese gustado no notar su jueguito, sus intenciones. Esa sonrisilla divertida que le cruzaba en los carnosos labios teñidos en un suave labial rosa que los volvía tan tentadores que se relamió los suyos, tratando de aguantar el cosquilleo que le proporcionaba el deseo por probar de ellos.

—O quizá sí, puedes averiguarlo.

—¡Nix! —Riñó Esme abochornada, generando las carcajadas estruendosas de Emmett.

Carlisle igual que su esposa estaba igual de apenado, incluso se hubiese sonrojado de poder hacerlo, mientras que Alice se contuvo de instarla a que siguiera con sus juegos; seguro también saldría reñida ella.

No dijo nada, solo asintió, su postura viéndose tensa como cada vez que se hallaba un mortal cerca, como si algo le quemase. El anhelo le incendiaba. ¿Por qué no podía controlarse? ¡Parecía un crío con hormonas alborotadas!

Su postura rígida hizo que se contuvieran la risa los hermanos Cullen y Kekek, mientras que los mayores solo se detuvieron a admirar todo en silencio, sabiendo bien lo que el futuro traería para el rubio y la recién llegada; sin embargo, les parecía abrumador.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora