Onix era un pecado, el más sensual y misterioso pecado que Jasper quería cometer.
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En el instante en que cayó bajo el hechizo de Onix Kekek, no hubo forma alguna de escapar de él, del canto que le envolvía cada vez que su...
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Las rodillas huesudas de Onix se clavaron en el colchón con firmeza. Trató de hacer gala de sus dotes, presumiendo esas curvas que tenía, acomodándose tal como se lo había pedido. Fue obediente, respingando el culo y curvando la espalda para que pudiese tener con mejor claridad una vista de su coño húmedo, sonriendo al escucharlo contener el aire apenas pudo.
Sus pasos la pusieron nerviosa, más no tanto como el hecho de sentir la suave caricia del cuero tocándole la piel de las nalgas. Se mordisqueó el labio inferior, sintiendo como le deslizaba las tiras por la dermis; su textura era abrumadora, tan rica y delicada que cuando llegó el primer golpe no se creyó que fuera con el mismo objeto.
Saltó en su posición, gimiendo cuando la flogger le tocó con violencia. La zona afectada le picó y después algo le hormigueó alrededor. Jasper realizó el mismo procedimiento; primero hizo que la juguetona arma le acariciase con dulzura, el contacto resultando una caricia azucarada que pronto se convirtió en un choque sonoro que le generó una picazón deliciosa en la piel.
Soltó gimoteos y gritos ahogados en cada encuentro que hubo entre su trasero y el juguete, brincoteando como si la tomaran por sorpresa aunque ya sabía cuando llegarían. Quizá, lo que nunca se esperó, fue que uno le cayera directo entre las piernas, en esa zona sensible de su cuerpo, con una fuerza tal que la hizo gritar.
El dolor pronto se convirtió en un delicioso placer que se le expandió por todo el cuerpo. Sintió como en el último lugar algo se encendió, de pronto pareció que comenzaba a conocer niveles del sexo y del placer que nunca antes conoció.
Pero al mismo tiempo, era como si todo el tiempo hubiese estado preparada para ello, para esas practicas retorcidas y oscuras. En realidad, era como si ambos estuviesen justo en una misma sintonía, una de fetiches y placeres que no le podrían gustar a cualquiera, como ese momento en que se le acomodó entre las piernas y le deslizó la flogger por toda la espalda, arriba y abajo, en un sutil y delicado vaivén que la puso a temblar, distrayéndose de cuando con la otra mano tomó el lubricante.
Solo de la nada lo escuchó escupirle y se dejó caer contra el colchón cuando la saliva se le escurrió por el medio de los glúteos. Tuvo que apretar las sábanas con fuerza entre los dedos para no exponerse como la gritona que era, aunque terminó haciéndolo en el instante en que sus dedos se le metieron en esa zona, tocándole la más estrecha de sus entradas.
Los pezones se le endurecieron y le cosquillearon contra la tela, ella retorciéndose con la juguetona mirada de Jasper sobre ella, que volvió a escupir tras descubrirle ese pequeño agujerito que le acarició en el exterior, humedeciéndolo con paciencia.
