𝟯 𝟳. 𝙔 𝙚 𝙨, 𝙨 𝙞 𝙧 ( 𝙋 𝙖 𝙧 𝙩 𝙄 𝙄 𝙄 )

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Tomó una vez más el dildo de cristal y diciéndose que era el momento, fue delicado y lento para acomodarlo en ese rincón de Onix, internándolo despacio, con suma paciencia, sin intensiones de clavarlo profundo para ir descubriendo poco a poco aquel juego.

Sentir el objeto apretado contra su estrechez la hizo chillar y sabía bien que se le aguó aún más el coño por el inmenso disfrute que aquello que Jasper le hacía le brindaba. Jadeó desesperada conforme se fue internando más el juguete en aquel espacio tan pequeño, creyendo que le había insertado todo cuando en realidad solo le colocó la punta y un poco más.

Empujó con cuidado, disfrutando de admirarla entregada por completo a sus experimentaciones. Se derritió contra el colchón, respingando más el trasero para que se acomodase mejor y continuara con aquel estimulo que la puso tan mal.

Prosiguió entonces por acomodarle el miembro en la entrada y exhalando, igual a un león violento y furioso, le deslizó el extremo de su masculinidad de arriba abajo, desde la punta hasta la base, para que sintiera su longitud con ganas, que notara cuan desesperado por sentirla se hallaba; un sentimiento completamente recíproco, Onix enloquecida para que sintiera cuan estrecha podía estar.

De nuevo, como aquel último momento que robaron en mitad del bosque de Forks antes de dejar la pequeña ciudad con nombre de utensilio, fue paciente, manteniéndose a raya para no irse de lleno en ella. Puso toda su fuerza de voluntad para no follársela de golpe; primero le acomodó en la vulva la corona del pene y con un inmenso cuidado, empujó, deslizándose en sus paredes frías y apretadas.

Echó la cabeza hacia atrás al descubrirla tan angosta. El reducido espacio le apretó delicioso y le permitió irse en ella con un poquito de facilidad al estar tan jugosa. Kekek se mordisqueó los labios, conteniendo sus gritos, saboreando la rica forma en que se ajustó entre sus piernas, gozando de la invasión de Jasper en su intimidad que se vio potenciada por el dildo que llevaba acomodado en el ano.

Saboreó como la apretó con una mano de la cadera, sus dedos agarrándole fuerte la carne delicada. Sin poder contenerse mucho, terminó gimiendo en voz baja, abrumada por las corrientes de energía que le adormecieron el sistema conforme se fue amoldando en su interior, manteniéndole firme el juguete de cristal en el rinconcito de su anatomía.

Gruñó enceguecido, como si también él llevase una venda en los ojos. Sabía que su nombre escapaba de sus labios, sin medirse, sin tener el dominio de sí. Fue como si ella misma le indicara la forma en que debía irse en ella, en dejarse ser con tranquilidad, gozando de la experiencia, de lo apretada que era, de como sus jugos podían humedecerle para en conjunto de sus paredes esponjosas le invitaran a conocerla.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora