𝟯 𝟯. 𝙆 𝙚 𝙚 𝙥 𝙎 𝙞 𝙡 𝙚 𝙣 𝙘 𝙚

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Se contuvo los nervios que la hacían trastabillar. Llevaba un nudo en la garganta, producto de su ansiedad y fijándose por encima de su hombro, se aseguró de que notara su obediencia; siguió sus indicaciones al pie de la letra, caminando erguida hasta el tocador, asomándose a que nadie se diera cuenta de su tensión.

Se coló al baño para damas y escuchó atenta para percibir la presencia de alguien. No había nadie. Suspiró con impaciencia y tras acomodarse el cabello que ya estaba perfecto, dio un par de golpecitos en la puerta; dos cortos, uno largo y aguardó inquieta, caminando de aquí para allá mientras rogaba a que nadie indeseado entrara.

Casi se le saltó el corazón del pecho —en un cruel decir— cuando la entrada se abrió, y sonrió al verlo ingresar, firme, colocando el pestillo.

Aquella noche Jasper lucía fantástico. El traje negro se le ceñía de maravilla, y su intensidad le marcaba con poderío contra la piel blanca. Tragó duro, admirando sus orbes azabaches, que lujuriosos la miraron, desnudándola con la mirada y haciendo que un gemido se quedase atorado en la garganta.

Detallarla tan inquieta lo hicieron sonreír y del bolsillo se sacó el juguete que tanta expectativa les había generado apenas lo compraron por la mañana.

—Súbete la falda, Kekek —ordenó, en un bramido que la hizo dar un respingo. Sintió algo retorcerse allí en donde tantas atenciones necesitaba y sin chistar fue rápida para acomodarse la ajustada tela negra a la altura de la cintura.

Las pequeñas bragas de encaje negro se le clavaban delicioso en la dermis lechoza, incrementando el livido del vampiro que dejó las bolas chinas en el lavamanos. El golpeteo la hizo jadear y aguardó paciente por sus siguientes ordenanzas.

Con rudeza la sujetó por la cintura y la hizo contener un chillido al obligarla a subirse al elegante lavabo. Onix se acomodó y se sintió nerviosa cuando sus dedos gruesos le tocaron en las caderas, en un toque confianzudo que la hizo delirar.

Antes de desnudarla de la parte inferior, abrió con lentitud sus tersos muslos, respirando tranquilo para apreciar el perfume de sus líquidos, de su coño húmedo. La vampiresa se sintió avergonzada por lo rápido en que su excitación la había embargado, pero a él le fascinó encontrarla tan mojada, con la tela empapada por sus jugos.

—Callada, Kekek —indicó, obteniendo un rápido asentimiento de su parte.

La boca entreabierta de Onix perturbaba y llenaba de más apetito a Jasper. El labial rojo carmín sentaba perfecto en su piel de alabastro y los orbes oscurecidos producto de la ponzoña y su excitación, lo condujeron a meterle el dedo índice, queriendo tentarse con el frío de su lengua.

Fue servicial y atrevida, rodeó el dígito con sus labios y lengua. Le embadurnó de su saliva y succionó con suavidad, robándole uno de esos gruñidos que le surgían con ferocidad desde el pecho, como un león que iba a devorarla.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora