𝟯. 𝘽 𝙪 𝙗 𝙗 𝙡 𝙚 𝙜 𝙪 𝙢 𝙗 𝙞 𝙩 𝙘 𝙝

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No iba a mentir que no la ponía de nervios el hecho de ver de nuevo a Rosalie Hale después de casi poco más de sesenta años. Apenas sabía de ella y eso era a causa del resto de la familia quienes siempre la mantenían al tanto del estado de la rubia.

Seguro ya las habrían escuchado acercarse desde hace kilómetro y medio. Apenas se estacionaron, afuera se hallaban Carlisle, Esme y Emmett Cullen aguardando en el suelo de granito, entusiasmados por recibir a la hija pródiga, a la desinhibida y lengua larga Onix Kekek, que se quedó como esfinge fingiéndose estable en su asiento durante todo el trayecto, pero por dentro iba rogando a que cualquier divinidad se apiadara de su alma, si acaso tenía una.

Desde la entrada, los hermanos Hale admiraron al par de vampiresas que bajaron con elegancia del vehículo, la luz de la luna bañando sus siluetas femeninas que graciles se aventuraron a encontrarse con el resto de los inmortales.

La familia entera sabía bien quién era Nix, sin embargo, era por completo diferente a verla en fotografías u ocasionalmente. Su menuda figura delicada relucía enigmática en esa falda de tablones negra y la camisa de seda azul brillante. Además, los altísimos botines de suela gruesa le daban un par —en realidad muchísimos más— de centímetros a su altura y dejaban que sus largas piernas enfundadas en unas medias de red se enmarcaran más, haciéndola lucir como una especie de muñeca Bratz que se vendían como pan caliente en el mercado de esa época.

—¡Bruja! ¡Has vuelto! —Exclamó alegre el enorme vampiro pelinegro que se acercó a Kekek. La castaña blanqueó los ojos, fastidiada de aquel apodo, sin embargo, debía aceptar que lo había extrañado escucharlo llamarla así— ¡estás de vuelta!

Esperaba chocar los cinco y quizá el puño, mas él tenía otros planes y la tomó desprevenida al abrazarla con una fuerza y confianza descomunal que incluso la levantaron del suelo. Soltó un chillido, su voz alzándose con deleite en sus risas, totalmente feliz del adorable gesto del muchacho.

—Ya quedó claro que no me extrañaste nada, Mett —masculló risueña, sus pies al fin tocando de nuevo el suelo que crujió bajo sus zapatos.

Admiró a sus padres, que aguardaron a por ella con brazos abiertos. Sonrió y sin hacerse esperar demasiado, se lanzó a sus armas, el confort de su cariño embriagándola por montones. Era tan dulce. Había olvidado lo bien que se sentía un abrazo de Carlisle o lo adorable que resultaba cuando Esme le acariciaba la mejilla y la admiraba con cariño, como si fuese en serio su hija.

—Nos has hecho tanta falta, cariño —farfulló el líder del clan, su timbre afable y meloso embelesándola.

Le creía. En serio lo hacía y le dolía notar la sinceridad en sus palabras. A ella también le habían comenzado a faltar después de varios años lejos, pero aceptarlo, era admitir su derrota y no demostraría eso; antes debían arrancar su cabeza e incinerarla antes que admitirlo.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora