𝟰 𝟬. 𝙁 𝙤 𝙧 𝙢 𝙖 𝙡

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Ninguno de los dos podía actuar como si nada después del acuerdo. Onix había tomado su mano, y le condujo de nuevo por San Petersburgo sin replicar en lo absoluto. Su menuda figura femenina lo guío y escuchó con atención cada cosa que le dijo sobre la ciudad y sobre Rusia, fascinado por su felicidad, su excitación y ese porte confiado y osado, tan fuerte que podía ponerse de rodillas ya para ella.

Era como una especie de personalidad de la vampiresa que le encantó. Podía vivir bien en cualquiera de las dos formas, dominándola... o que lo dominase.

Oh, Dios, iba a morir.

Antes de partir al último lugar, Nix le hizo ir rápido a una tiendita que conocía bien. Era de sus favoritas en todo el mundo y se puso a chillar entusiasta cuando la descubrió aún abierta.

La muy traviesa había comprado un arnés para caballero, una nueva flogger con tachuelas en las puntas de las tiras y no iba a mentir que no se puso nervioso cuando notó que también seleccionó un arnés de piel para la cabeza, que incluía una bola para colocar como mordaza. Jamás había visto algo como eso, pero moría —por decirlo de algún modo— por probar lo que sea que Kekek se encontrara tramando.

Se veía tan tranquila, ni siquiera parecía que en su bolso llevaba aquellos artilugios. Iba a desfallecer, desesperado, comprendiendo bien la forma en que ella se sentía cuando sus juegos previos se prolongaban demasiado.

Pensar en ello, lo hizo reírse y ella sonrió por ello, contenta por verlo distraído de la sed que les embargaba. Julie continuaba brindándole placer, con pequeñas vibraciones que hacían que el coño se le retorciera delicioso, necesitada de más toques y de su invasión en su carne.

Pero esa noche ella no sería quien pediría por más.

—No quiero llegar con Julie puesta —murmuró con suavidad, aferrándose a sus dedos. Le miró con curiosidad, notando la expresión de su rostro; estaba melancólica y sus sentires delataban su vulnerabilidad, lo cual le extrañó.

Asintió sin replicar nada, sabiendo bien que ella jamás rechazaba ni uno solo de sus jugueteos, así que debía ser importante o al menos eso supuso.

Se fingieron tranquilos cuando entraron a un restaurante, tan elegante que ella no desaprovechó la oportunidad para hacerlo comer más platillos de su país. Lo vio comerse con ánimos la sopa de entrada, y sin oponerse mucho probó el shashlik, que aunque conservaba el sabor a tierra, existía un toque que lo volvía algo diferente a lo antes probado. Bebieron vodka, con el que se lució Onix al beberlo como si de sangre se tratase; hasta lo hacía parecer como si tuviese un buen toque contra el paladar.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora