Onix era un pecado, el más sensual y misterioso pecado que Jasper quería cometer.
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En el instante en que cayó bajo el hechizo de Onix Kekek, no hubo forma alguna de escapar de él, del canto que le envolvía cada vez que su...
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Andar por allí reluciendo perfecta comenzó a colmarla. Jasper se le había perdido en algún punto de la noche y se hallaba fastidiada por eso, además, se cuestionó qué tan difícil de usar era el maldito control remoto... ¿o acaso solo quería incrementarle la expectativa?
No importaba cómo fuese, ansiaba a divertirse y todos esos adolescentes le mareaban. Sus chillidos la ponían alerta y los roces de la gente la ponían en aprietos, insegura y a punto de atacar a alguien.
Suspiró con pesadez y se sirvió algo del ponche que junto a Alice había preparado el día anterior. Le supo como regularmente a tierra, pero era mejor que sentirse extraña por no consumir nada alrededor de esos muchachos golosos.
—¡Hola! —Alguien le saludó, con una inmensa confianza que la hizo arrugar el entrecejo.
—Hola —respondió por cortesía, echándole una rápida miradita al jóven que se osó a acercársele. Parecía el tipo de chico que le hubiese gustado para uno de sus encuentros casuales.
—¿Te estás divirtiendo? Pareces algo sola —farfulló, haciéndola sonreír por su vaga y torpe forma de abordarla, pero le daba puntos por el esfuerzo. Se encogió de hombros, embobándolo con sus encantos naturales y procedió a meterse entre los labios un chocolate, segura de lo que hacía— puedo hacerte compañía.
—¿Tú? —Repitió, con ese tonito ronco y delicado que hacía a cualquiera derretirse por su encanto, más a un torpe jovencito— me gusta tu oferta —ronroneó, atrevida, los orbes ocre destellando llamativos.
—S-soy Owen —se presentó, su sonrisa galante surcándole en los labios. El chiquillo era alto y musculoso, como esos actores que interpretaban pubertos en la televisión y a ella le fascinó aquello, que fuese tan grande y fornido y que su sonrisa luciera de ensueño.
—Soy Oni-¡x! —Trató de presentarse pero terminó chillando agobiada cuando las vibraciones llegaron de golpe y con todo su poderío a su coño.
Tuvo que sostenerse de la mesa, con la mirada confundida del chico que se sacó de balance al ver su gesto aturdido.
—¿Te encuentras bien? —Cuestionó, preocupado. La castaña se apretaba los muslos y respiró acelerada, ahogándose los gemidos por la brutalidad tan intensa de la forma en que el vibrador en sus bragas la estaba atacando— ¿quieres que te consiga agua?
—E-estoy bien —mintió en un balbuceo, cuestionándose en dónde estaba metido. La entrepierna le estaba punzando de dicha y pronto se halló empapada; agradecía que nadie más aparte de ella o cualquiera que fuese sobrenatural pudiese sentir el curioso y rico aroma de sus fluidos ponzoñosos—; solo creo que me cayó mal algo en el estómago.
¡Que bien que se sentía!
—Ven, podemos ir a buscar algo en el baño —invitó el chico, aunque sus intensiones sí eran brindarle ayuda ya que parecía muy alterada.
